RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes
Virgen con el Niño. Ambrosius Benson. Museo de Bellas Artes.
Virgen con Niño. Benson, Ambrosius. Hacia 1530. Óleo
sobre tabla. 92 x 76 cm. Museo de Bellas Artes. Sala II. Procede de la donación
de María Luisa Cortés Soto en 1980.
Virgen con el Niño o Madonna, son las denominaciones convencionales para designar el tema artístico más frecuente en la iconografía del arte mariano y uno de los más tratados en todo el arte cristiano: la representación de la Virgen María junto con el Niño Jesús, su hijo.
Después
de cierta resistencia y controversia inicial, la fórmula “Madre de Dios” (Theotokos) fue adoptada oficialmente
por la iglesia cristiana en el Concilio de Éfeso, 431. La primera
representación de Virgen con Niño que se conserva puede ser la pintura mural en la Catacumba de Priscila, Roma, en la que aparece la Virgen sentada amamantando al
Niño, quien a su vez vuelve la cabeza para mirar al espectador.
Pintura mural en la Catacumba de Priscila. (ver) (CC BY 3.0)
El simbolismo de la Virgen con el Niño,
abarca la relación materno-filial, la divinidad de Cristo y la intersección de
María por la humanidad. Las representaciones pueden enfatizar la ternura a través de la
iconografía Eleúsa (donde sus mejillas se tocan),
la humanidad de la Virgen como Madre de Dios, o su papel como guía y mediadora
entre lo divino y lo humano,
a menudo representada con símbolos específicos como la Virgen de la Leche
(amamantando) o la Virgen de la O (orante), y por
eso el Niño suele aparecer bendiciendo o con atributos divinos.
En
contraposición a Eva, cuya desobediencia trajo el pecado, María es la obediente
que da al mundo al Redentor.
En muchas representaciones medievales y renacentistas, María
sostiene al Niño con delicadeza o juega con él. El amor maternal es una imagen
tangible del amor divino.
La Virgen que
abraza o cubre al Niño simboliza la protección que extiende también a los
fieles; de ahí que se la invoque como Madre de Misericordia.
El manto azul o verde simboliza el papel de la Virgen
como Madre de Dios y su intercesión misericordiosa por la humanidad.
El manto rojo puede representar el sufrimiento
que marcará el destino humano de Cristo, como profetizó Simeón.
El libro o
rollo representa
la Palabra de Dios
encarnada en Cristo.
La manzana o
uva en manos del Niño, aluden al
pecado original (la manzana) y a la redención mediante la Eucaristía (la uva o
el racimo).
El pecho
descubierto de María en la Virgo lactans o “Virgen de la leche”, es signo de la
humanidad de Cristo y de la caridad nutricia de la Iglesia.
El trono o
asiento (Sedes Sapientiae) representa que María es
“Trono de la Sabiduría”, porque sostiene a Cristo, Sabiduría eterna.
En el arte bizantino,
la
Virgen se representa solemne y frontal, con el Niño sobre el regazo o el brazo
izquierdo. Predomina el sentido teológico (la Madre de Dios).
En el románico,
la figura
es hierática, símbolo de la Iglesia que presenta al Salvador.
En el gótico, aparece la
ternura y el gesto humano; el Niño juega, toca el rostro de su Madre o sostiene
un pajarito (símbolo del alma).
En el
Renacimiento y Barroco, la escena
se vuelve más naturalista y emocional; María es madre joven, serena y humana,
pero también majestuosa.
En el arte
moderno, a veces
se estiliza o se abstrae, manteniendo la idea esencial: el vínculo entre lo
humano y lo divino.
Detalle sin marco
En esta
composición la Virgen está sentada, de tres cuarto, con el Niño, que la abraza,
de pie sobre su regazo. La sedosa cabellera de María cae en ondas de matices
dorados sobre el manto rojo, recogido en un joyel de orfebrería y adornado por
una orla en los bordes del manto y la bocamanga. El manto destaca
especialmente, acentuando además por el fondo oscuro. Bajo el escote cuadrado
de la túnica asoma la camisa de pliegues fruncidos.
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