lunes, 8 de diciembre de 2025

RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Poetas  

Alfonso Álvarez-Benavides.

De Alfonso Álvarez-Benavides no se conocen muchos detalles de su vida, como fecha de nacimiento, muerte o vida privada.

La razón principal de esta falta de datos puede deberse a que nunca fue una figura pública prominente en el sentido tradicional (política, nobleza, academia), sino más bien un cronista, cuyos escritos tenían carácter modesto, local, y que no alcanzaron, en su momento, el estatus de “clásico literario” nacional.

Su obra más conocida, y prácticamente la que define su legado, es “Curiosidades sevillanas”, publicada por la Universidad de Sevilla, en la que recopila leyendas, tradiciones, historias, noticias y relatos de personajes de Sevilla, tanto del pasado reciente como remoto. Muchos de esos textos originalmente fueron publicados en el periódico El Noticiero Sevillano, entre agosto de 1898 y abril de 1899

Gracias a él, se preservan muchas historias populares, crónicas locales, testimonios de vida sevillana que de otro modo podrían haberse perdido. Por eso, es una obra importante para quienes estudian la historia social y cultural de Sevilla.


RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires 

San Laureano. 

Calle san Laureano (ver)

Grabado de San Laureano (ver) (CC BY 3.0)

San Laureano, según la tradición, nació en la antigua Panonia —territorio que corresponde hoy a Hungría— dentro de una familia noble de creencias paganas. Durante su infancia, un pariente cristiano lo apartó discretamente del entorno familiar y lo llevó a Milán. Allí abrazó la fe cristiana y recibió el bautismo de manos del obispo Eustorgio II.

Hacia el año 520, ante la presión de los grupos arrianos, se refugió en Sevilla. En 522 fue designado obispo de la diócesis hispalense en sustitución de Máximo, ministerio que ejerció durante diecisiete años, hasta 539. Ese año abandonó la sede para dirigirse primero a Marsella y luego a Roma, donde mantuvo un encuentro con el papa Virgilio.

En el contexto de las disputas religiosas de la época, fue perseguido por Totila, rey de los ostrogodos y partidario del arrianismo. Capturado y ejecutado en la localidad francesa de Vatan el 4 de julio de 546, murió decapitado. La tradición relata que su cabeza fue enviada a Sevilla y que, al llegar, la ciudad quedó libre de la peste y el hambre que sufría, cumplimiento de una profecía atribuida al propio Laureano.

San Laureano. Anónimo. Buril sobre papel. 192 x144 mm. Museo del Prado. No expuesto. (ver) (CC BY 3.0)


Su biografía fue recogida con amplitud en un volumen publicado en 1760 por Fray Diego Tello Lasso de la Vega, escrito para rebatir la postura del padre Enrique Flórez, quien en su España Sagrada negaba que Laureano hubiera sido obispo de Sevilla y lo situaba en Espoleto. Apoyado en las Actas Bituricenses y en la obra de César Baronio, Fray Diego sostiene además que la cabeza del santo llegó a Sevilla por disposición del propio Laureano tras su muerte, lo que lo incorporaría al grupo de los llamados santos cefalóforos, capaces de hablar después de su ejecución o martirio.

Catedral de Sevilla

En la Catedral se conservan diversas representaciones de san Laureano, entre las que destaca la escultura que preside el retablo de la capilla que lleva su nombre. La imagen muestra al santo obispo revestido con ornamentos pontificales —mitra y capa pluvial— y portando un cuchillo, instrumento asociado a su martirio. El conjunto está enmarcado por varios relieves que narran episodios de su vida, entre ellos su decapitación. El retablo puede fecharse entre 1700 y 1702 y fue sufragado por el canónigo Valentín Lampérez y Blázquez.

En la misma capilla se conserva también un notable conjunto pictórico dedicado a la trayectoria del santo, realizado por Matías de Arteaga hacia 1700. Este ciclo consta de cinco grandes lienzos que ilustran algunos de los sucesos más relevantes de su biografía: la resurrección de un joven en Marsella por mediación de san Laureano; la audiencia del obispo con el papa Vigilio en Roma; la curación de un tullido atribuida a su intercesión; su martirio; y la entrega de su cabeza al clero hispalense. En esta última obra aparece, además, una valiosa panorámica de Sevilla, con sus murallas, la Puerta del Arenal y, dominando el perfil urbano, la Catedral y la Giralda.

Otra de las representaciones más valiosas de este obispo es la que Bartolomé Esteban Murillo realizó para la serie de santos sevillanos que decoran la Sala Capitular, dispuestos en torno a la imagen de la Inmaculada. Entre 1667 y 1668, el pintor llevó a cabo un conjunto de ocho tondos dedicados a san Fernando, san Hermenegildo, san Isidoro, san Leandro, santa Justa, santa Rufina, san Pío y san Laureano. En este último, Murillo lo representa sobre un fondo neutro, a tamaño natural, de medio cuerpo y en posición de tres cuartos. La figura aparece envejecida, con bigote y cabello canoso, y viste medio pontifical con capa pluvial, bajo la cual se distingue la cruz pectoral. En la mano izquierda sostiene el báculo, mientras que con la derecha se toca el pecho. La mirada elevada, unida a la boca entreabierta, confiere al retrato un marcado carácter espiritual. En el cuello se aprecia la señal del corte que, según la tradición, recuerda su martirio cerca de Bourges hacia el año 546.

También merece atención el busto-relicario que se conserva en el Altar de Octavas, realizado en pareja con el de san Pío. Atribuido a Juan Laureano de Pina y fechado entre 1691 y 1695, presenta un tamaño natural y está elaborado en plata cincelada y repujada, con el rostro policromado.