RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires
San Laureano.
Calle san Laureano (ver)
Grabado de San Laureano (ver) (CC BY 3.0)
San Laureano,
según la tradición, nació en la antigua Panonia —territorio que corresponde hoy
a Hungría— dentro de una familia noble de creencias paganas. Durante su
infancia, un pariente cristiano lo apartó discretamente del entorno familiar y
lo llevó a Milán. Allí abrazó la fe cristiana y recibió el bautismo de manos
del obispo Eustorgio II.
Hacia el año
520, ante la presión de los grupos arrianos, se refugió en Sevilla. En 522 fue
designado obispo de la diócesis hispalense en sustitución de Máximo, ministerio
que ejerció durante diecisiete años, hasta 539. Ese año abandonó la sede para
dirigirse primero a Marsella y luego a Roma, donde mantuvo un encuentro con el
papa Virgilio.
En el
contexto de las disputas religiosas de la época, fue perseguido por Totila, rey
de los ostrogodos y partidario del arrianismo. Capturado y ejecutado en la
localidad francesa de Vatan el 4 de julio de 546, murió decapitado. La
tradición relata que su cabeza fue enviada a Sevilla y que, al llegar, la
ciudad quedó libre de la peste y el hambre que sufría, cumplimiento de una
profecía atribuida al propio Laureano.
San Laureano. Anónimo. Buril sobre papel. 192 x144 mm.
Museo del Prado. No expuesto. (ver) (CC BY 3.0)
Su biografía
fue recogida con amplitud en un volumen publicado en 1760 por Fray Diego Tello
Lasso de la Vega, escrito para rebatir la postura del padre Enrique Flórez,
quien en su España Sagrada negaba que Laureano hubiera sido obispo de Sevilla y
lo situaba en Espoleto. Apoyado en las Actas Bituricenses y en la obra de César
Baronio, Fray Diego sostiene además que la cabeza del santo llegó a Sevilla por
disposición del propio Laureano tras su muerte, lo que lo incorporaría al grupo
de los llamados santos cefalóforos, capaces de hablar después de su ejecución o
martirio.
Catedral
de Sevilla
En la
Catedral se conservan diversas representaciones de san Laureano, entre las que
destaca la escultura que preside el retablo de la capilla que lleva su nombre.
La imagen muestra al santo obispo revestido con ornamentos pontificales —mitra
y capa pluvial— y portando un cuchillo, instrumento asociado a su martirio. El
conjunto está enmarcado por varios relieves que narran episodios de su vida,
entre ellos su decapitación. El retablo puede fecharse entre 1700 y 1702 y fue
sufragado por el canónigo Valentín Lampérez y Blázquez.
En la
misma capilla se conserva también un notable conjunto pictórico dedicado a la
trayectoria del santo, realizado por Matías de Arteaga hacia 1700. Este ciclo
consta de cinco grandes lienzos que ilustran algunos de los sucesos más relevantes
de su biografía: la resurrección de un joven en Marsella por mediación de san
Laureano; la audiencia del obispo con el papa Vigilio en Roma; la curación de
un tullido atribuida a su intercesión; su martirio; y la entrega de su cabeza
al clero hispalense. En esta última obra aparece, además, una valiosa
panorámica de Sevilla, con sus murallas, la Puerta del Arenal y, dominando el
perfil urbano, la Catedral y la Giralda.
Otra de
las representaciones más valiosas de este obispo es la que Bartolomé Esteban
Murillo realizó para la serie de santos sevillanos que decoran la Sala
Capitular, dispuestos en torno a la imagen de la Inmaculada. Entre 1667 y 1668,
el pintor llevó a cabo un conjunto de ocho tondos dedicados a san Fernando, san
Hermenegildo, san Isidoro, san Leandro, santa Justa, santa Rufina, san Pío y
san Laureano. En este último, Murillo lo representa sobre un fondo neutro, a
tamaño natural, de medio cuerpo y en posición de tres cuartos. La figura
aparece envejecida, con bigote y cabello canoso, y viste medio pontifical con
capa pluvial, bajo la cual se distingue la cruz pectoral. En la mano izquierda
sostiene el báculo, mientras que con la derecha se toca el pecho. La mirada
elevada, unida a la boca entreabierta, confiere al retrato un marcado carácter
espiritual. En el cuello se aprecia la señal del corte que, según la tradición,
recuerda su martirio cerca de Bourges hacia el año 546.
También
merece atención el busto-relicario que se conserva en el Altar de Octavas,
realizado en pareja con el de san Pío. Atribuido a Juan Laureano de Pina y
fechado entre 1691 y 1695, presenta un tamaño natural y está elaborado en plata
cincelada y repujada, con el rostro policromado.