RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires
San Serapio.
Serapio nació
hacia 1179, en Irlanda, hijo del capitán Rotland Scott, noble de la corte de
Enrique II de Inglaterra, y de una dama de la alta nobleza inglesa. Desde joven
abrazó la carrera militar y acompañó a su padre en la Tercera Cruzada,
combatiendo bajo las órdenes de Ricardo Corazón de León. Participó en la toma
de San Juan de Acre y en el asedio de Ascalón.
De regreso a su
patria, su embarcación naufragó frente a las costas de la República de Venecia.
Obligado a continuar el viaje por tierra, cayó prisionero de las tropas del
duque de Austria. Permaneció como rehén hasta que el joven Leopoldo de Austria
intercedió por él, ganándose su confianza. Integrado en el séquito militar de
Leopoldo VI, marchó después a España para luchar junto al ejército cristiano en
las campañas contra los musulmanes.
En tierras
hispánicas conoció a san Pedro Nolasco y a los primeros mercedarios,
sintiéndose llamado a la vida religiosa. Ingresó en la Orden de la Merced en
1222 y se dedicó con gran fervor a la obra de la redención de cautivos en el
norte de África.
En su última
misión en el Magreb, al no alcanzar la suma necesaria para rescatar a todos los
prisioneros, Serapio se ofreció como rehén, garantizando así la libertad de
otros cristianos. Sin embargo, el dinero para su rescate no llegó a tiempo. El
14 de noviembre de 1240, bajo el reinado de Abu Muhammad al-Rashid, fue
martirizado por los sarracenos, quienes le clavaron en una cruz en forma de
aspa (que lo llaman cruz de san Andrés y que tiene forma de X), le arrancaron
sus vísceras estando aún con vida y luego le cortaron las extremidades.
La tradición lo venera como protector contra las
enfermedades viscerales, y en su fiesta, el 14 de noviembre, se bendice el
llamado aceite de san Serapio. Fue canonizado en 1743 por el papa Benedicto
XIV, quien lo inscribió en el catálogo de los santos. Aunque no fue sacerdote,
alcanzó la plenitud de la vida cristiana en la entrega radical y el martirio.
El San Serapio de Zurbarán nos ofrece la manifestación
sensible de un alma que abandona la vida al mismo tiempo que él se abandona
también, al no encontrar ya la razón por la que existir. Zurbarán quiso
representar el horror de martirio sin que en la composición se viera
ni una gota de sangre. La boca entreabierta no deja
escapar ni un grito de dolor. La gran capa blanca, casi un trampantojo,
ocupa la mayor parte del cuadro.
Museo de Bellas
Artes
Martirio de San Serapio. Roelas, Juan
de. Óleo sobre lienzo. Hacia 1612. 204 x 247 cm. Museo de Bellas Artes de
Sevilla. Procede de la desamortización del Claustro
mayor del convento de la Merced Calzada en 1840
Roelas representa en la escena
principal del lienzo el martirio del santo, que justo antes de su muerte mira resignado al
cielo. Un abigarrado grupo de personajes, algunos afanados en las torturas, los
rodean, mientras que un segundo grupo más retirado contempla la dramática
escena.
A la derecha, bajo un frondoso arbolado,
aparece la escena de la predicación de este santo de la Orden de la Merced,
mientras que cierra la composición un esbozado paisaje con arquitecturas, en el
que aparece un barco y el momento en que su cuerpo es recogido en la orilla.
Destaca la figura central de san Serapio o la mujer sentada en primer término a la izquierda, con
otros más en penumbra que se recortan sobre el fondo más claro. Este es el caso
del niño de raza negra que contrasta con el manto rojo del personaje situado
tras él o el sayón joven que mira al mártir, recortado sobre el fondo azulado
de la arquitectura colocada como telón de fondo.
Iglesia
de san Gregorio
San Serapio
Detalle de san Serapio
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