AREA DE SANTA CRUZ
Iglesia de Santa Cruz.
HISTORIA
La historia de la Iglesia de Santa Cruz
está estrechamente vinculada al antiguo convento del Espíritu Santo,
perteneciente a la orden de los Clérigos Regulares Menores.
CONVENTO DEL ESPIRITU SANTO
La congregación de Clérigos Regulares Menores fue
fundada en Nápoles a finales del siglo XVI por los
sacerdotes Agustín Adorno y Ascanio Caracciolo, quien cambiaría su nombre por
Francisco al hacer profesión y quien es considerado el verdadero fundador por
ser durante su gobierno cuando la Orden se engrandece y toma forma definitiva, participando
también en ella sus hermanos, por lo que a veces se les denominó de los “caracciolos”.
Definida
como una congregación de sacerdotes ejemplares y activos para el apostolado,
recibieron el permiso del papa Sixto V en el breve de 1588 que les autorizaba a
hacer votos, elegir general y redactar sus constituciones que, basadas en la de
San Agustín, elaboró Francisco Caracciolo (1563-1608).
La Orden fue aprobada
definitivamente por Gregorio XIV en 1591 y es de las llamadas mixtas en el
sentido de que su vida espiritual combina la vida contemplativa y la activa; a
los tradicionales votos de pobreza, obediencia y castidad añaden un cuarto de
no aspirar a obtener dignidades eclesiásticas, centrando su ministerio en obras
de caridad, predicación, confesión, administración de sacramentos y oración.
Obtuvo en 1604 la licencia de Felipe III para
establecerse en Sevilla. La llegada efectiva de los religiosos se produjo en
1628, cuando Pedro de Sousa, Juan de Carmona y Pedro de Viera se asentaron
inicialmente en la calle Armas (actual Alfonso XII). Posteriormente pasaron a
unas casas en la collación de San Bartolomé y, más tarde, a una vivienda
situada en la calle Aire, dentro de la collación del Sagrario de la Catedral, en régimen de arrendamiento, en donde permanecerán durante
28 años.
El
cabildo catedralicio presentaba reticencias a la implantación de órdenes
religiosas en su demarcación, por lo que los Clérigos Menores se vieron
obligados a celebrar sus oficios en los templos de San Bartolomé, San Nicolás o
Santa María la Blanca.
En
1626 el arzobispo Luis Fernández de Córdoba autorizó oficialmente su
establecimiento en la collación, otorgándole licencia para
ello, trasladándose el Santísimo, según Diego de Villafranca en su “Cronología”, el 9 de diciembre de
1626, día de San Dionisio Areopagita, por lo que este Santo fue considerado
patrono del nuevo instituto.
Además,
la casa de la calle Aire resultaba insuficiente y suponía un elevado gasto, ya
que debían abonar un alquiler anual de quinientos ducados. Por este motivo
adquirieron el corral de comedias conocido como de “Don Juan”, situado en la
calle Borceguinería (actual Mateos Gago), perteneciente al
mayorazgo que fundó don Pedro González de Sárate, que había sido corral de
vecinos y en el siglo XVI fue convertido en corral de comedias en donde actuó
Lope de Rueda y se representaron obras de Juan de la Cueva, estando ocupado en
el XVII por mujeres de mala nota, momento en que los Menores lo adquieren,
trasladándose el Santísimo, previa autorización del Arzobispo fray Pedro de
Tapia, el 8 de mayo de 1654.
Un impulso decisivo para el asentamiento de la orden
llegó en 1660, cuando el matrimonio formado por Tomás Audeiro Daza y María de
Vargas donó a los religiosos varias casas en la collación de Santa Cruz y la
huerta de la Flamenca, cuyo producto
revertiría en la edificación de la iglesia y convento. A
cambio, los benefactores obtuvieron el derecho a ser enterrados en la capilla
mayor del futuro templo.
Seis
años más tarde, en 1666, la comunidad adquirió, al cabildo catedralicio, dos
casas adicionales, colindantes por la espalda con las
obras, situadas detrás del antiguo corral.
La construcción de la iglesia se
desarrolló en dos grandes etapas. La primera se llevó a cabo entre 1672 y 1674
siguiendo un proyecto de Sebastián de la Puerta, con autorización del arzobispo
Pedro de Tapia. En esta fase se levantaron los pies del templo hasta el arco
toral, quedando aún sin edificar el crucero.
La
segunda y definitiva etapa comenzó en 1701 conforme a las trazas de José Tirado
(ver), quien dirigió las obras tras los
acuerdos adoptados en el capítulo celebrado el 12 de junio de ese año. En esta
fase se construyó la capilla mayor, de la que carecía la iglesia, quedando el
conjunto concluido en 1728. Para el desarrollo del amplio
presbiterio fueron adquiridos mediante permuta, previo informe de los alarifes Jerónimo
de Guzmán y Pedro Martín de la Ponte, dos pedazos más de terreno que formaban
parte de unas casas situadas en la calle Cruces (actual Fabiola), propiedad del
Deán y Cabildo Catedral, arrendadas una al caballero santiaguista Juan Antonio de
Orozco y la otra a Pedro Pelarte.
El 2 de febrero de ese año se celebró
la bendición del templo conventual, dedicado al Espíritu Santo.
Por otro lado, para
ampliar las dependencias conventuales, en 1705 los Clérigos Menores compraron a
la Hermandad de la Misericordia un solar situado entre las calles Borceguinería
y Mesón del Moro.
En 1731 se
estableció en la iglesia la Hermandad de Nuestra Señora del Mayor Dolor, desaparecida en
fecha desconocida.
La comunidad
utilizó el convento y la iglesia hasta 1810, año en que fueron despojados de
todos sus bienes durante la invasión francesa de Sevilla. Tras la expulsión de
las tropas napoleónicas, en 1813 se restituyeron a la orden tanto el templo
como el convento. Sin embargo, en 1835, a raíz de la desamortización impulsada
por Mendizábal, los Clérigos Menores fueron expropiados de forma definitiva, con lo que se ponía fin a la historia del convento del Espíritu Santo. Como consecuencia,
el 29 de junio de 1840 se estableció de manera permanente en este templo la
Parroquia de Santa Cruz.
Desde entonces, la
iglesia ha mantenido su función parroquial. El antiguo convento tuvo diversos
usos, albergando durante un tiempo dependencias de la Guardia Civil y sirviendo
también como casa de vecinos. En la actualidad es sede del colegio San Isidoro,
conservándose el patio principal, la escalera y algunas estancias anexas. La
escalera fue concluida en 1728 por el maestro albañil José San Martín.
IGLESIA DE SANTA CRUZ
La primitiva
iglesia de Santa Cruz se levantaba en la actual plaza del mismo nombre. Fue
edificada en 1391 por mandato del cabildo de la ciudad, durante el reinado de
Enrique III de Castilla, sobre una sinagoga preexistente, y desempeñó funciones
auxiliares del sagrario catedralicio. En este templo recibió sepultura en 1682
el pintor Bartolomé Esteban Murillo (ver), vecino de la
collación, circunstancia recordada hoy por una placa situada en la fachada del
edificio que ocupa la plaza.
Detalle de la Placa dedicada a Bartolomé
Esteban Murillo
Durante
la invasión francesa, la antigua iglesia parroquial fue saqueada, expropiada y
finalmente demolida el miércoles 11 de julio de 1810, dentro de un ambicioso
plan de reforma urbana. La parroquia fue entonces trasladada a la iglesia del
convento de los Clérigos Menores, en la actual calle Mateos Gago, de donde
estos habían sido expulsados previamente, como hemos comentado.
Con el
regreso de la comunidad religiosa en 1813, la parroquia pasó al templo del
Hospital de los Venerables Sacerdotes, donde permaneció durante veintisiete
años. Finalmente, el lunes 29 de junio de 1840 regresó de forma definitiva al
antiguo convento del Espíritu Santo, ya sin presencia de los religiosos,
poniendo fin a la historia del convento del Espíritu Santo.
En 1904
se fundó en esta parroquia la Ilustre y Antigua Hermandad del Santísimo
Sacramento y Nuestra Señora de la Paz, junto con la Fervorosa Cofradía de
Nazarenos del Santísimo Cristo de las Misericordias, Santa María de la Antigua
y Nuestra Señora de los Dolores, conocida popularmente como Hermandad de Santa
Cruz.
EXTERIOR
La fachada de la iglesia se abre a la
calle Mateos Gago, antigua Borceguinería, y permaneció inacabada durante cerca
de dos siglos. No fue hasta 1926 cuando se emprendió su conclusión, siguiendo
un proyecto neobarroco firmado por Juan de Talavera (ver) el 2 de febrero de ese año. Las obras se prolongaron
hasta 1929 y el resultado final introdujo algunas variaciones respecto al
diseño original, como el carácter adintelado del vano central o una menor
riqueza ornamental.
La
estrechez de la calle dificulta notablemente su contemplación y fotografía, al
no ofrecer una perspectiva adecuada.
Tras
una serie de gradas que funcionan como pórtico —antiguamente delimitadas por
columnas unidas con cadenas— se alza un amplio frente en el que se combinan, en
palabras del propio Talavera, la piedra procedente de El Puerto con elementos
decorativos de escayola y piedra gris, que destacan sobre el paramento
encalado.
Primer cuerpo
La fachada presenta tres vanos de acceso,
correspondientes a las tres naves del templo. La portada central se articula
mediante un vano rectangular adintelado, decorado con motivos vegetales y una
cartela oval en la parte superior, enmarcado por pilastras toscanas cuyos
fustes incorporan cartelas y follaje en su mitad superior. A ambos lados se
disponen sendos rectángulos ciegos verticales, también entre pilastras con
idéntico repertorio decorativo, que sostienen un entablamento de friso sencillo
y cornisa rematada en los extremos por pedestales con bolas.
Detalle de la portada central
Las puertas laterales, igualmente
adinteladas, responden a un esquema compositivo y ornamental más sobrio,
posiblemente por corresponder, junto con la espadaña, a la fase primitiva de la
portada. Un amplio marco de molduras lisas y quebradas envuelve estos accesos y
corona los dinteles, en cuyos centros se abren óculos abocinados con rejas que
iluminan las naves laterales. Estos se rematan con una cartela sobre la que
descansa un canastillo floral.
Detalle de una puerta lateral
Detalle del óculo y el canastillo floral
El
segundo cuerpo de la portada central se organiza en torno a una hornacina de
medio punto, situada en eje con la puerta y flanqueada por pilastras, que se
inscribe en un frontón curvo partido, rematado con pirámides y bolas. En el
interior de la hornacina se dispone una cruz de hierro forjado, sobre la que se
alza otro frontón curvo y roto con el escudo de la Orden, representado por la
Santa Cruz sobre el monte Calvario. A ambos lados de este cuerpo aparecen dos
escudos con decoración vegetal que albergan los anagramas de Jesús y de la
Virgen. Sobre la hornacina se abre una sencilla ventana geminada de medio
punto, y un frontón partido sirve de transición hacia la gran espadaña que
corona el conjunto.
Segundo cuerpo
Detalle de la hornacina
con cruz de hierro forjado
Escudo de la
Orden
Anagrama de
Jesús
Anagrama de María
En
correspondencia con las puertas laterales, el segundo cuerpo de la fachada incorpora
dos ventanas rectangulares con rejas, carentes de ornamentación.
Espadaña
La espadaña, de marcada verticalidad,
se eleva en dos cuerpos sobre un basamento de perfil bulboso. El inferior
presenta dos vanos de medio punto entre pilastras toscanas, separados por un
estípite apoyado en pilastras, con arcos cuyas roscas se subrayan mediante
dobles filetes. Sobre la cornisa se dispone un frontón recto partido que acoge
el segundo cuerpo, formado por un único arco entre pilastras lisas y
traspilastras adosadas con capiteles jónicos, que sostienen un entablamento
liso con cornisa de mutilos y frontón ondulado. Completan la espadaña una cruz
latina de hierro, una veleta con pararrayos y las correspondientes campanas.
Detalle de la espadaña
Detalle de la cruz latina de hierro y la veleta con pararrayos
INTERIOR
El interior del
templo responde a una planta de cruz latina organizada en tres naves, siendo la
central más ancha y elevada que las laterales. Estas se comunican mediante
arcos de medio punto, sobre los que discurren galerías superiores abiertas a la
nave principal mediante balconadas. El espacio se articula en cuatro tramos,
con crucero, presbiterio y coro situado a los pies.
El crucero se
cubre con una elevada cúpula semiesférica sobre pechinas, carente de tambor y
rematada por linterna, que descansa sobre robustos pilares. El presbiterio
presenta bóveda vaída, mientras que la nave principal se cubre con bóveda de
lunetos.
Todo el conjunto
interior se caracteriza por una absoluta uniformidad cromática, ya que el
blanco domina por completo el espacio, sin presencia de otros colores, ni en
las yeserías ornamentales ni en posibles decoraciones pictóricas murales.
Desde su
establecimiento definitivo como parroquia en 1840, el templo ha experimentado
diversas modificaciones que, en general, no han afectado a su estructura
original, salvo en el ámbito de la nave de la Epístola, y que se han limitado
principalmente a la sustitución de imágenes en los distintos altares.
Los primeros
testimonios documentales relativos a los retablos y esculturas que ornamentaron
la iglesia del convento del Espíritu Santo se encuentran en un manuscrito
elaborado por el notario Joaquín Rodríguez de Quesada, a petición de los
Clérigos Menores, y hoy conservado en el Archivo Municipal de Sevilla. Aunque
carece de fecha explícita, su redacción puede situarse entre octubre de 1770
—momento al que corresponde la última noticia recogida— y 1775, último año en
el que consta la actividad del notario en la escribanía número 1 de la ciudad.
El documento
aporta valiosa información sobre la fundación del convento y los avatares de su
historia, incluyendo la relación de altares y retablos, sus respectivas
advocaciones y los patronos de las distintas capillas. Gracias a estos datos es
posible reconstruir el estado original y la ubicación primitiva de las obras
dentro del templo, con anterioridad a su transformación en parroquia de Santa
Cruz.
El paso del
tiempo y los acontecimientos históricos provocaron traslados sucesivos de las
imágenes, modificaciones en las advocaciones de las capillas y, en algunos
casos, la desaparición de determinadas piezas. No obstante, la conversión del
antiguo convento en parroquia supuso también la incorporación de parte del
patrimonio procedente de la demolida iglesia de Santa Cruz.
Nave de la Epístola
En
una repisa situada en el muro junto al cajón de entrada, vemos una imagen de
talla completa de santo Domingo de
Guzmán (ver), de madera
policromada, fechada en el siglo XVIII, procedente del antiguo convento de san
Pablo (actual iglesia de santa María Magdalena).
Santo Domingo de Guzmán
Al fondo de
la nave se encuentra la pila bautismal, con un moderno cuadro del Bautismo de
Cristo.
Pila bautismal, con cuadro del Bautismo de
Cristo
Detalle de Pila bautismal
Le sigue un
retablo no muy relevante, del siglo XVIII de autor desconocido, que preside un
lienzo de la Virgen de la Soledad, también de autor desconocido, datado entre finales del XVII y
principios del XVIII. Ante ella se ha colocado una talla moderna de San
Pancracio (ver), abogado de la salud y del trabajo, que
limita la visión de la Virgen. En el ático cuadro de San Carlos
Borromeo (siglo XVIII).
Esta capilla
fue otorgada por escritura de 25 de abril de 1672 a Martín Damiano y sus
sucesores.
Retablo
de la Virgen de la Soledad
Detalle
del cuadro y de la imagen de san Pancracio
San Carlos Borromeo
En la siguiente capilla se venera a San Eligio
(San Eloy) (ver), obispo del siglo VI, orfebre y
acuñador y patrono de los plateros, obra anónima en estilo barroco de madera
policromada, de la primera mitad del siglo XVII, que se relaciona con Juan de
Mesa (ver) y
que fue retocada en 1743 por Domingo Martínez (ver). Perteneció al gremio de los
plateros y procede de la capilla que esta asociación tuvo en el convento de San
Francisco. El retablo de estilo neoclásico es obra de Miguel Albis del siglo
XIX, hacia 1812.
En el ático se halla un
lienzo que representa a Jesús Nazareno en la calle de la amargura, flanqueado
por trozos de frontones curvos y cuatro jarrones en eje con las columnas. En
las entrecalles se hallan actualmente dos pequeños lienzos con San Francisco
Javier y San Francisco de Paula, en muy mal estado de conservación, reutilizados
de otro, así como la mesa de altar que presenta decoración de rocalla
dieciochesca.
Retablo
de San Eligio
San Eligio
Detalle de San Eligio
Detalle del ático
A continuación, se sitúa un retablo de
gusto rococó, atribuido a Bernardo Simón de Pineda (ver), que alberga una imagen de la Virgen Dolorosa del
siglo XVIII (ver).
El
retablo fue concertado el 27 de enero de 1672 por Bernardo Simón de Pineda y
Juan de Valdés Leal (ver) con doña Cristina
Matienzo Ystte de Castañeda, viuda de don Juan Gelders y del capitán Pedro
Reyner, para servir como retablo de su capilla funeraria. Esta capilla debió de
estar ornamentada con pinturas al fresco, como indican algunos restos
conservados. La lápida sepulcral de la fundadora aún puede contemplarse a los
pies de la mesa de altar, hoy de estilo rococó.
La
traza diseñada por Pineda guarda estrecha relación con otros dos retablos
realizados por el artista para esta misma iglesia. Se trata de un
retablo-hornacina de tres calles, encajado en un arcosolio y organizado
mediante dos columnas salomónicas ricamente talladas, separadas en su tercio
inferior por un anillo y rematadas con capiteles compuestos. La decoración se
basa en una abundante combinación de motivos vegetales y geométricos.
En
el banco se preveía, según lo estipulado en el contrato, una pintura de las
Ánimas realizada por Valdés Leal; sin embargo, en la actualidad se conserva una
representación de Cristo yacente del siglo XVIII, enmarcada por rocallas
doradas.
En
las entrecalles aparecen los atributos de la Pasión, obra
que también puede atribuirse a Valdés Leal, mientras que el ático se remata con
una cruz.
El conjunto
sufrió una profunda transformación a mediados del siglo XVIII, cuando fue
adaptado al gusto rococó mediante la incorporación de elementos de rocalla.
Esta reforma se produjo a raíz de la solicitud presentada el 27 de agosto de
1756 por la Hermandad de Nuestra Señora del Mayor Dolor, establecida en la
capilla desde el 7 de agosto de 1731. La mesa de altar, igualmente rococó,
responde a esta intervención, momento en el que el retablo fue repolicromado en
tonos verde oscuro y dorado.
Retablo
Virgen Dolorosa
Cristo
yacente
Cruz
del ático
Atributos de la Pasión
Atributos de la Pasión
El
martillo y las tenazas
La
columna de flagelación y el gallo
Los
dados y la túnica
El
siguiente retablo nos muestra una imagen de San Antonio de Padua (ver), que ya estaba en el templo desde
los tiempos de los Clérigos Menores. Es de un barroco tardío (mediados del
siglo XVIII), mientras que el retablo, de estilo neoclásico, pertenece al siglo
siguiente.
Retablo de San Antonio de Padua
San Antonio de Padua
En el lado de la epístola del crucero
se alza un retablo barroco del siglo XVII, de notable calidad artística, que
fue repintado doscientos años después conforme al gusto neoclásico, tras verse
afectado por un incendio accidental.
El
conjunto está presidido por una talla de la Virgen de la Paz (ver), procedente del convento de San Pablo (actual parroquia
de la Magdalena) en donde se veneraba con la advocación
de Nuestra Señora del Rosario, fechada en el siglo XVI y atribuida a Jerónimo
Hernández (ver), cuya ejecución se sitúa entre 1577-1578. Se trasladó a este templo tras la
desamortización de 1835. Es una excelente
escultura sedente sobre un rico sillón y de tamaño natural que constituye un bello grupo escultórico de
gran riqueza formal de volumen y modelado, inspirado en los modelos de Miguel
Ángel y con recuerdos de obras de Roque Balduque (ver), si bien la obra está repolicromada, seguramente en el XVIII.
La
imagen primitiva de Nuestra Señora de la Paz, venerada en la antigua iglesia de
Santa Cruz, fue enviada desde Toledo por el cardenal Pedro González de Mendoza
a finales del siglo XV o comienzos del XVI. En su honor se fundó la Hermandad
del Santísimo Rosario de Nuestra Señora de la Paz, para la que, años más tarde,
se labró capilla propia. Tras la destrucción del templo, la imagen siguió el
mismo periplo que la Hermandad de Santa Cruz, antes señalado, hasta recalar de
nuevo en el convento de los Menores, donde quedó instalada en un retablo
situado en el lado de la Epístola del crucero.
Allí
resultó gravemente dañada a consecuencia del incendio de 1874, motivo por el
cual fue sustituida —desconociéndose hoy su paradero— por la imagen de la
Virgen del Rosario procedente de la parroquia de la Magdalena, que hemos
comentado.
A
ambos lados de la Virgen se disponen las esculturas de santa Filomena (ver) y santo Tomás de Aquino (ver), realizadas en madera estofada posiblemente en el
tercer cuarto del siglo XVIII. En la mesa del
altar se sitúa el grupo escultórico del siglo XVII que representa la
Transverberación de santa Teresa, atribuido a Luisa Roldán, conocida como La
Roldana (ver), cuya ejecución se puede establecer entre
1671 y 1686.
En el ático se presenta la imagen de
san Felipe Neri (ver), fechable en el siglo XVII, coronada por un relieve del Padre Eterno y de la paloma del
Espíritu Santo, y se completa el retablo con dos cuadros no identificados.
Flanqueando el retablo se sitian dos
lienzos con las figuras de santa Ana y san Joaquín.
Retablo
Virgen de la Paz
Santa Filomena
Santo
Tomás de Aquino
Transverberación
de santa Teresa
San
Felipe Neri
Padre
Eterno y Espíritu Santo
Cuadro
Cuadro
Santa
Ana
San
Joaquín
En
el chaflán con la nave principal se sitúa un retablo neoclásico dedicado al
Sagrado Corazón de Jesús (ver). En las calles laterales pequeñas
imágenes de santa Ana y san Joaquín (ver).
Retablo del Sagrado Corazón de Jesús
Sagrado Corazón de Jesús
Santa Ana
San Joaquín
En el machón
correspondiente al lado de la epístola se sitúa en otro retablo neobarroco el San José con el Niño (ver), obra de buena factura tardobarroca atribuida a Blas Molner (ver) y fechada a fines del XVIII.
Retablo de San José con el Niño
Detalle
de San José con el Niño
A los pies de ambos
retablos se hallan sendas lápidas sepulcrales de don Jorge Jacobs y su esposa
doña Teresa Manuela Pelarte y don Livino Ignacio Leirens y doña Ana María Pelarte
quienes compraron este sitio para enterramientos de ellos y sus descendientes por
19.500 ducados de vellón, a pagar entre las dos familias, según escritura firmada
con los Menores el 19 de diciembre de 1727.
Presbiterio-Altar Mayor
En cumplimiento de los
acuerdos aprobados en el capítulo de 12 de junio de 1701, se dispuso la
construcción de la capilla mayor de
la que carecía el templo, para lo que se comisionó al padre Fernando de Angulo. Las trazas fueron dadas por el arquitecto
José Tirado (ver)
el 20 de junio de 1701 y para su desarrollo fue necesaria la
anexión de una serie de parcelas, como hemos comentado en la historia.
Tirado diseña una
profunda cabecera en eje con la nave central, compuesta por una capilla mayor
de planta cuadrada cuyos gruesos pilares sustentan una cúpula sin tambor sobre
pechinas con ocho balcones –hoy cegados– entre fajas a modo de gallones y
pilastras, y coronados con frontones rectos y curvos alternos y venera en su
interior. El conjunto se corona con linterna cilíndrica con pares de pilastras
toscanas que enmarcan pequeños vanos rectangulares, coronándose con cúpula
semiesférica.
A continuación, Tirado
dispuso el presbiterio de tres tramos con hastial plano y dividido en dos mediante
un muro con dos vanos laterales, que servía de apoyo al retablo mayor y a la
vez delimitaba el espacio dedicado al coro que se hallaba situado en el último
tramo, muro y retablo que desaparecieron en las reformas de corte neoclásico
llevadas a cabo en torno a 1792. Este ámbito se ilumina mediante dos ventanas
laterales abocinadas en el lado del evangelio y se comunica con la sacristía, de planta rectangular,
por el de la Epístola.
El presbiterio está separado del Crucero por un
arco toral con dos ángeles
lampadarios, fechables a mediados del XVIII.
Detalle
de ángel lamparario
El
primer retablo mayor del que se tiene constancia fue el que se dispuso en el
muro del presbiterio que lo separaba del coro, situado al fondo del templo.
La
ejecución de este retablo quedó formalizada mediante contrato firmado el 22 de
julio de 1735 por el maestro Felipe Fernández del Castillo (1696-1767), quien
se comprometía con los Clérigos Menores a realizar “un retablo para el altar
mayor de la iglesia de dicha casa, según el diseño que tiene hecho”, por un
importe de 6.000 ducados de vellón.
Posteriormente,
el 6 de enero de 1737, el propio Felipe Fernández acordó con los religiosos la
introducción de ciertas modificaciones en el retablo proyectado, figurando como
fiador Benito de Hita y Castillo (ver). Este hecho apunta con bastante probabilidad a la
intervención de este último maestro en la parte correspondiente a la
imaginería.
Se
desconoce el conjunto de imágenes que integraban aquel retablo, con la única
excepción de Nuestra Señora del Mar. Esta imagen fue donada a los Clérigos
Menores en 1626 por Beatriz Bermúdez, quien la conservaba en su oratorio
particular. Tras ocupar durante un tiempo un retablo de la nave del Evangelio,
pasó posteriormente al altar mayor. La advocación fue titular de una cofradía
que ya había desaparecido a finales del siglo XVIII.
Después
de un incendio que arruinó este primer retablo, se erigió en su lugar un
templete exento de estilo neoclásico, realizado en estuco policromado imitando
mármoles, obra de Blas Molner en 1792 (ver), y que es el que ha llegado hasta nuestros días. Para
su construcción fue necesario derribar el muro con dos vanos laterales que
separaba el presbiterio, el cual se elevó mediante tres gradas de mármol rojo.
El
tabernáculo se alza sobre una amplia mesa de planta cuadrada con zócalo, sobre
la que se disponen doce columnas de fuste estriado, agrupadas de tres en tres.
Estas sostienen un entablamento de traza circular, sobre el que se eleva una
cúpula coronada por una figura alegórica de la Fe.
Originalmente,
a ambos lados del tabernáculo se situaban dos grandes ángeles arrodillados,
portando gruesos cirios sobre un basamento de nubes, también realizados por
Blas Molner, con la función de iluminar el conjunto. Estas esculturas no se
conservan en la actualidad y, en su lugar, el presbiterio se alumbra mediante
dos ángeles lampareros suspendidos en los muros.
Presbiterio
y Altar Mayor
Detalle
del tabernáculo
Detalle
de la Fe
Preside el altar
el Crucificado de las Misericordias (ver), una imagen
anónima del siglo XVII, atribuida a Pedro Roldán (ver)
y fechada en torno a 1670. De
proporciones ligeramente inferiores al tamaño natural, con una altura de 167
centímetros, está tallado en madera de ciprés y presenta ojos de cristal y
dientes de marfil. Procede del desaparecido templo de Santa Cruz, donde recibía
culto en la capilla de los Auñón y Torregrosa. La imagen representa el momento
en que Cristo pronuncia la primera de las Siete Palabras, “Padre, perdónales
porque no saben lo que hacen”, tal como relata el Evangelio de san Lucas.
Cristo de la
Misericordia
Detalle del rostro
Detalle del paño de
pureza
Detalle de los pies
Tras el templete se sitúan los coros alto y bajo.
En el coro bajo se encuentra la sillería
del coro, realizada entre 1791 y 1800. Es de autor anónimo y estilo neoclásico,
y está realizada en pino de Flandes y caoba. Tiene un total de 46 sitiales
repartido en dos órdenes, 19 en la sillería baja y 27 en la sillería alta.
En el coro alto, sobre
la sillería, hay una tribuna con un arco escarzano y un antepecho metálico. En
la tribuna hay una consola de madera oscura, de las más antiguas de España, sobre la que se encuentra el órgano, del tipo
denominado tubular barroco. Es del siglo XIX y fue realizado por el maestro
organero Pedro Otín Calvete (Maestro Calvete) cuya
formación fue con Jordi Bosh, considerado el mejor organero de su tiempo
(construyó los órganos de la Catedral
de Sevilla y de la capilla del Palacio Real de Madrid). En la
parte superior del órgano hay esculturas alegóricas de la música sacra.
Detalle del órgano
Detalle
de la escultura alegórica de la música sacra
Ceán Bermúdez cita en el
lado del evangelio del presbiterio un San
Dionisio Areopagita que en otro momento estuvo en una de las capillas de
la nave de la epístola, y que atribuye a Antonio Acisclo Palomino y Velasco,
obra en paradero desconocido. En el lado de la epístola cita este
autor un San Nicolás de Bari, en pie y a tamaño
mayor que el natural que adjudica a Lucas Jordans, al igual que hicieran el
Conde del Águila y Justino Matute rectificando a Ponz, que adjudica ambas a
Palomino.
Nave del Evangelio
En el chaflán del presbiterio
correspondiente al lado del Evangelio se alza un modesto retablo neobarroco, en
el que se venera una imagen de la Virgen de Lourdes (ver),
traída de Francia en 1879, circunstancia que convierte a Santa Cruz en una de
las feligresías de la ciudad que más tempranamente rindió culto a esta
advocación mariana.
Retablo
Camarín
de la Virgen de Fátima
Detalle
de la Virgen de Fátima
Junto al retablo de la Virgen de
Lourdes se dispone otro aún más modesto —apenas un arcosolio abierto en el
muro, enmarcado por una moldura dorada exterior— que alberga la imagen de talla
completa de María Santísima de la Antigua (ver),
colocada de rodillas. Se trata de la imagen primitiva de la Hermandad, obra de
Pizarro (ver), realizada en 1905.
Arcosolio
con María Santísima de la Antigua
María
Santísima de la Antigua
Detalle
de María Santísima de la Antigua
En el
lado del Evangelio del crucero, el
retablo barroco, dorado, del siglo XVII, obra de Simón de
Pineda (ver) que procede del
desaparecido convento de Nuestra Señora de la Asunción (ver), que
estaba en la plaza del Museo esquina a San Vicente, y que fue expropiado por el
régimen surgido de la Revolución de 1868. Lo preside Nuestra
Señora de los Dolores, imagen gubiada por Antonio
Eslava Rubio en 1967 (ver). Titular de la
hermandad de penitencia, que procesiona en palio.
La primera Virgen que realizó estación de
penitencia, en 1906, como hemos comentado, fue una
talla de Emilio Pizarro y Cruz (ver), colocada de rodillas a los pies del Cristo de las Misericordias y bajo la advocación de Santa María de la Antigua.
Poco apreciada
por los cofrades, esta imagen fue sustituida por otra Dolorosa, donada por el
feligrés don Fernando Ybarra Llorente, atribuida por algunos autores a Blas Molner (ver) y por otros a José Montes de Oca (ver). Situada en la misma posición que la
anterior, procesionó durante muchos años con la advocación de Nuestra Señora de los Dolores.
La primitiva
talla de Pizarro quedó relegada a un armario de la sacristía, donde permaneció
olvidada hasta que, en 2003, tras ser restaurada, se decidió su
restitución al culto con su antigua advocación de Santa María de la Antigua, siendo además nombrada Titular de la Hermandad.
Entretanto, la corporación
veía cumplido uno de sus grandes anhelos: la incorporación de un paso de palio. El inconveniente radicaba en la postura
arrodillada de la Virgen, poco adecuada para este tipo de andas. Por ello, el
escultor Juan Abascal Fuentes llevó a cabo en 1963 una profunda intervención sobre la imagen atribuida a Molner,
modificando radicalmente su disposición. La Dolorosa procesionó finalmente bajo
palio los Martes Santo de 1965 y 1966, aunque, en realidad, se trataba casi de una
imagen nueva, pues únicamente se conservó la mascarilla original. Abascal
transformó la escultura primitiva —arrodillada y con la mirada al cielo—,
alterando su postura y tallando nueva cabeza y manos.
La reforma, sin
embargo, no fue bien recibida, y la Junta de Gobierno decidió buscar una nueva
Dolorosa. Esta llegaría de la mano de Antonio Eslava Rubio (ver), cuya imagen fue bendecida el 25 de octubre de 1976. La Dolorosa intervenida por Abascal fue
cedida a la Cofradía del Santísimo Cristo
de la Expiración de Bonares (Huelva), donde recibe culto bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario.
Retablo
Nuestra Señora
de los Dolores
Detalle de Nuestra
Señora de los Dolores
Le acompañan las imágenes de San Francisco
de Paula (ver) y San Cayetano (ver), y de menor tamaño San Juan Nepomuceno (ver) y San Francisco (ver).
San Juan
Nepomuceno
San Francisco
San Cayetano
San Francisco
de Paula
En el ático, una cruz y se completa con una corona.
Este fue el anterior retablo del Cristo de las Misericordias.
Cruz
Corona
Custodia de plata
En el pilar
opuesto, junto al púlpito, se alza una imagen de tamaño natural del arcángel
san Miguel (ver). Se trata de una talla de notable calidad, obra de
maestro y no de taller, fechable en el siglo XVIII. Según los especialistas,
podría proceder del círculo de La Roldana o de su sobrino Duque Cornejo
(Carmona), de Cayetano de Acosta (Valdivieso) o de Benito de Hita y Castillo
(Roda Peña, Herrera). Esta escultura fue la efigie que coronaba el antiguo
retablo mayor, destruido en el incendio de 1874.
Pilar
con arcángel san Miguel y pulpito
Arcángel
san Miguel
Un púlpito de forja, con balaustrada de
madera tallada y decoración a base de motivos vegetales y cubierto con tornavoz
también de madera rematado con la figura de la Fe.
Pulpito
Detalle
del tornavoz
Retablo de Santa Ana y la Virgen niña (ver), de estilo barroco, diseñado y realizado por Bernardo Simón de Pineda (ver) de entre 1671 y 1672, dorado y policromado por Juan de Valdés Leal (ver), y el grupo escultórico que recoge a Santa Ana enseñando a leer a la Virgen Niña se atribuye a Pedro Roldán (ver).
Esta capilla era propiedad de don Sebastián de Arria y
Otalora y su mujer doña Ana de Luna Ladrón de Guevara, adjudicada por escritura
de 27 de julio de 1668, terminándose en junio de 1671.
Tipológicamente
se trata de un retablo-hornacina compuesto
por un banco con sagrario entre grupos de tres columnas cilíndricas retalladas
dispuestas en distintos planos, una amplia hornacina central entre columnas
salomónicas de seis espiras adornadas con rosas y capiteles compuestos, y un
ático con una cartela rodeada de roleos; dos pilastras con dos ángeles tenantes
sostienen los capiteles de las jambas del arcosolio que enmarca y completa el
conjunto. La cornisa quebrada, las cabezas de querubines y la decoración de
racimos forman el repertorio ornamental del retablo, de evidente efecto
claroscurista. La hornacina central es de planta semielíptica con la Paloma del
Espíritu Santo sostenida por puttis en la parte superior.
El grupo de Santa Ana enseñando a la Virgen que
preside el retablo es de talla completa y tamaño natural, y presenta a la Santa
sentada, con expresivo rostro de factura realista con facciones de una mujer de
edad avanzada, en fuerte contraste con los rasgos infantiles de la Virgen niña
que se halla de pie a su lado y formando un mismo bloque. Las vestiduras
presentan un bello estofado a base de flores, que parece retocado en un momento
posterior.
Gestoso (ver) refiere que en este retablo y flanqueando al grupo
descrito, existía un San Joaquín y
una Santa Ana con la Virgen,
tallas de pequeño tamaño, que fecha en el siglo XVIII y que actualmente se
hallan en las calles colaterales del retablo del crucero del lado de la epístola.
Retablo
Grupo
escultórico
Detalle
de Santa Ana y la Virgen Niña
Detalle de la Paloma del
Espíritu Santo sostenida por puttis
Detalle del ático
Detalle de ángel tenante
Detalle de la puerta del
Sagrario
El
retablo barroco y San Francisco Caracciolo (ver), cofundador de la orden, están atribuidos a Pedro
Duque Cornejo (ver) del último cuarto del siglo XVIII. En los laterales estaban San
Nicolás de Bari (ver) y San Francisco de Paula (ver). En la actualidad en los laterales
se encuentran San Antonio de Padua (ver) y San Francisco de Asís (ver), del siglo XVIII.
Esta capilla fue adjudicada en 1667 al capitán Jacinto López del Pino y a Diego Gómez de la Guerra y sus sucesores, según escritura firmada el 30 de junio de 1667, en la que se autorizaba el traslado de los restos de doña Bernarda de Cervantes y doña Ana del Pino, sus esposas, después de que se acabase la iglesia, así como a poner reja, retablo y demás adornos.
Los sucesores la donaron a la Hermandad Esclavitud de Nuestra Señora del Mar (imagen donada en 1626 a los menores por Catalina Bermúdez, que la tenía en su oratorio privado).
La hermandad se extinguió a finales del
siglo XVIII y la Virgen del
Mar estuvo un tiempo en el altar mayor y en la actualidad se encuentra en
paradero desconocido.
Retablo
San Francisco Caracciolo
Detalle de San Francisco Caracciolo
San Francisco de Asís
San Antonio de Padua
La siguiente capilla fue adjudicada a Juan Eusebio
Negrete para sus enterramientos en 1699. Originalmente, en este retablo se
encontraba San José.
El
retablo neoclásico fue realizado en torno a 1812 por Miguel Albín. Santa
Bárbara (ver) es una escultura anónima de tamaño
natural realizada en madera policromada de mediados del siglo XVIII. Fue adquirido por la Hermandad de
San Eligio, que tras el cierre de la Casa Grande de San Francisco se
trasladó al convento de los Menores.
Retablo
Santa Bárbara
La
siguiente capilla fue de Gutierre Mahuis (natural de Amberes) y María de Medina
(de Gibraltar), afincados en Sevilla, que lograron adquirir el patronato de la
capilla en el año 1666. En ella se enterraron sus hijos Pedro (1685) y
Guillermo Mahuis Medina (1701), al recibir el patronato de sus padres. En este
retablo estuvo la Virgen del Mar y un relieve hace referencia a esta advocación
en la parte superior.
El
retablo barroco fue realizado por Bernardo Simón de Pineda en 1678 (ver) y está
presidido por la Inmaculada Concepción (ver) del siglo XVIII,
de la escuela de Martínez Montañés (ver).
En
los laterales se encuentran los arcángeles San Miguel (ver) y San Gabriel (ver), del siglo XVIII, procedentes del taller de Roldán.
Retablo
Inmaculada
San Miguel
San Gabriel
Le sigue un
confesonario y la pila de agua bendita.
Confesonario
Detalle
Pila de agua bendita
Finalmente,
junto al cajón de entrada, una repisa con una figura de san Joaquín, con cabeza
y manos talladas y cuerpo de telas encoladas, datado en el siglo XVIII.
Repisa con san Joaquín
Detalle de san Joaquín
Pies
del templo
Finalmente, a los pies del templo
destaca, en la zona superior, una cruz de madera.










