martes, 23 de diciembre de 2025

AREA DE SANTA CRUZ

Iglesia de Santa Cruz.

HISTORIA

La historia de la Iglesia de Santa Cruz está estrechamente vinculada al antiguo convento del Espíritu Santo, perteneciente a la orden de los Clérigos Regulares Menores.

CONVENTO DEL ESPIRITU SANTO

La congregación de Clérigos Regulares Menores fue fundada en Nápoles a finales del siglo XVI por los sacerdotes Agustín Adorno y Ascanio Caracciolo, quien cambiaría su nombre por Francisco al hacer profesión y quien es considerado el verdadero fundador por ser durante su gobierno cuando la Orden se engrandece y toma forma definitiva, participando también en ella sus hermanos, por lo que a veces se les denominó de los “caracciolos”.

Definida como una congregación de sacerdotes ejemplares y activos para el apostolado, recibieron el permiso del papa Sixto V en el breve de 1588 que les autorizaba a hacer votos, elegir general y redactar sus constituciones que, basadas en la de San Agustín, elaboró Francisco Caracciolo (1563-1608). 

La Orden fue aprobada definitivamente por Gregorio XIV en 1591 y es de las llamadas mixtas en el sentido de que su vida espiritual combina la vida contemplativa y la activa; a los tradicionales votos de pobreza, obediencia y castidad añaden un cuarto de no aspirar a obtener dignidades eclesiásticas, centrando su ministerio en obras de caridad, predicación, confesión, administración de sacramentos y oración.

Obtuvo en 1604 la licencia de Felipe III para establecerse en Sevilla. La llegada efectiva de los religiosos se produjo en 1628, cuando Pedro de Sousa, Juan de Carmona y Pedro de Viera se asentaron inicialmente en la calle Armas (actual Alfonso XII). Posteriormente pasaron a unas casas en la collación de San Bartolomé y, más tarde, a una vivienda situada en la calle Aire, dentro de la collación del Sagrario de la Catedral, en régimen de arrendamiento, en donde permanecerán durante 28 años.

El cabildo catedralicio presentaba reticencias a la implantación de órdenes religiosas en su demarcación, por lo que los Clérigos Menores se vieron obligados a celebrar sus oficios en los templos de San Bartolomé, San Nicolás o Santa María la Blanca.

En 1626 el arzobispo Luis Fernández de Córdoba autorizó oficialmente su establecimiento en la collación, otorgándole licencia para ello, trasladándose el Santísimo, según Diego de Villafranca en su “Cronología”, el 9 de diciembre de 1626, día de San Dionisio Areopagita, por lo que este Santo fue considerado patrono del nuevo instituto.

Además, la casa de la calle Aire resultaba insuficiente y suponía un elevado gasto, ya que debían abonar un alquiler anual de quinientos ducados. Por este motivo adquirieron el corral de comedias conocido como de “Don Juan”, situado en la calle Borceguinería (actual Mateos Gago), perteneciente al mayorazgo que fundó don Pedro González de Sárate, que había sido corral de vecinos y en el siglo XVI fue convertido en corral de comedias en donde actuó Lope de Rueda y se representaron obras de Juan de la Cueva, estando ocupado en el XVII por mujeres de mala nota, momento en que los Menores lo adquieren, trasladándose el Santísimo, previa autorización del Arzobispo fray Pedro de Tapia, el 8 de mayo de 1654.

Un impulso decisivo para el asentamiento de la orden llegó en 1660, cuando el matrimonio formado por Tomás Audeiro Daza y María de Vargas donó a los religiosos varias casas en la collación de Santa Cruz y la huerta de la Flamenca, cuyo producto revertiría en la edificación de la iglesia y convento. A cambio, los benefactores obtuvieron el derecho a ser enterrados en la capilla mayor del futuro templo. 

Seis años más tarde, en 1666, la comunidad adquirió, al cabildo catedralicio, dos casas adicionales, colindantes por la espalda con las obras, situadas detrás del antiguo corral.

La construcción de la iglesia se desarrolló en dos grandes etapas. La primera se llevó a cabo entre 1672 y 1674 siguiendo un proyecto de Sebastián de la Puerta, con autorización del arzobispo Pedro de Tapia. En esta fase se levantaron los pies del templo hasta el arco toral, quedando aún sin edificar el crucero.

La segunda y definitiva etapa comenzó en 1701 conforme a las trazas de José Tirado (ver), quien dirigió las obras tras los acuerdos adoptados en el capítulo celebrado el 12 de junio de ese año. En esta fase se construyó la capilla mayor, de la que carecía la iglesia, quedando el conjunto concluido en 1728. Para el desarrollo del amplio presbiterio fueron adquiridos mediante permuta, previo informe de los alarifes Jerónimo de Guzmán y Pedro Martín de la Ponte, dos pedazos más de terreno que formaban parte de unas casas situadas en la calle Cruces (actual Fabiola), propiedad del Deán y Cabildo Catedral, arrendadas una al caballero santiaguista Juan Antonio de Orozco y la otra a Pedro Pelarte.

El 2 de febrero de ese año se celebró la bendición del templo conventual, dedicado al Espíritu Santo.

Por otro lado, para ampliar las dependencias conventuales, en 1705 los Clérigos Menores compraron a la Hermandad de la Misericordia un solar situado entre las calles Borceguinería y Mesón del Moro.

En 1731 se estableció en la iglesia la Hermandad de Nuestra Señora del Mayor Dolor, desaparecida en fecha desconocida.

La comunidad utilizó el convento y la iglesia hasta 1810, año en que fueron despojados de todos sus bienes durante la invasión francesa de Sevilla. Tras la expulsión de las tropas napoleónicas, en 1813 se restituyeron a la orden tanto el templo como el convento. Sin embargo, en 1835, a raíz de la desamortización impulsada por Mendizábal, los Clérigos Menores fueron expropiados de forma definitiva, con lo que se ponía fin a la historia del convento del Espíritu Santo. Como consecuencia, el 29 de junio de 1840 se estableció de manera permanente en este templo la Parroquia de Santa Cruz.

Desde entonces, la iglesia ha mantenido su función parroquial. El antiguo convento tuvo diversos usos, albergando durante un tiempo dependencias de la Guardia Civil y sirviendo también como casa de vecinos. En la actualidad es sede del colegio San Isidoro, conservándose el patio principal, la escalera y algunas estancias anexas. La escalera fue concluida en 1728 por el maestro albañil José San Martín.

IGLESIA DE SANTA CRUZ

La primitiva iglesia de Santa Cruz se levantaba en la actual plaza del mismo nombre. Fue edificada en 1391 por mandato del cabildo de la ciudad, durante el reinado de Enrique III de Castilla, sobre una sinagoga preexistente, y desempeñó funciones auxiliares del sagrario catedralicio. En este templo recibió sepultura en 1682 el pintor Bartolomé Esteban Murillo (ver), vecino de la collación, circunstancia recordada hoy por una placa situada en la fachada del edificio que ocupa la plaza.

Lápida dedicada a Murillo en la Plaza de la Santa Cruz. Año 1.900

Detalle de la Placa dedicada a Bartolomé Esteban Murillo

Durante la invasión francesa, la antigua iglesia parroquial fue saqueada, expropiada y finalmente demolida el miércoles 11 de julio de 1810, dentro de un ambicioso plan de reforma urbana. La parroquia fue entonces trasladada a la iglesia del convento de los Clérigos Menores, en la actual calle Mateos Gago, de donde estos habían sido expulsados previamente, como hemos comentado.

Con el regreso de la comunidad religiosa en 1813, la parroquia pasó al templo del Hospital de los Venerables Sacerdotes, donde permaneció durante veintisiete años. Finalmente, el lunes 29 de junio de 1840 regresó de forma definitiva al antiguo convento del Espíritu Santo, ya sin presencia de los religiosos, poniendo fin a la historia del convento del Espíritu Santo.

En 1904 se fundó en esta parroquia la Ilustre y Antigua Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de la Paz, junto con la Fervorosa Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de las Misericordias, Santa María de la Antigua y Nuestra Señora de los Dolores, conocida popularmente como Hermandad de Santa Cruz.

EXTERIOR

La fachada de la iglesia se abre a la calle Mateos Gago, antigua Borceguinería, y permaneció inacabada durante cerca de dos siglos. No fue hasta 1926 cuando se emprendió su conclusión, siguiendo un proyecto neobarroco firmado por Juan de Talavera (ver) el 2 de febrero de ese año. Las obras se prolongaron hasta 1929 y el resultado final introdujo algunas variaciones respecto al diseño original, como el carácter adintelado del vano central o una menor riqueza ornamental.

La estrechez de la calle dificulta notablemente su contemplación y fotografía, al no ofrecer una perspectiva adecuada.

Tras una serie de gradas que funcionan como pórtico —antiguamente delimitadas por columnas unidas con cadenas— se alza un amplio frente en el que se combinan, en palabras del propio Talavera, la piedra procedente de El Puerto con elementos decorativos de escayola y piedra gris, que destacan sobre el paramento encalado.

Primer cuerpo

La fachada presenta tres vanos de acceso, correspondientes a las tres naves del templo. La portada central se articula mediante un vano rectangular adintelado, decorado con motivos vegetales y una cartela oval en la parte superior, enmarcado por pilastras toscanas cuyos fustes incorporan cartelas y follaje en su mitad superior. A ambos lados se disponen sendos rectángulos ciegos verticales, también entre pilastras con idéntico repertorio decorativo, que sostienen un entablamento de friso sencillo y cornisa rematada en los extremos por pedestales con bolas.

Detalle de la portada central

Las puertas laterales, igualmente adinteladas, responden a un esquema compositivo y ornamental más sobrio, posiblemente por corresponder, junto con la espadaña, a la fase primitiva de la portada. Un amplio marco de molduras lisas y quebradas envuelve estos accesos y corona los dinteles, en cuyos centros se abren óculos abocinados con rejas que iluminan las naves laterales. Estos se rematan con una cartela sobre la que descansa un canastillo floral.

Detalle de una puerta lateral

Detalle del óculo y el canastillo floral

El segundo cuerpo de la portada central se organiza en torno a una hornacina de medio punto, situada en eje con la puerta y flanqueada por pilastras, que se inscribe en un frontón curvo partido, rematado con pirámides y bolas. En el interior de la hornacina se dispone una cruz de hierro forjado, sobre la que se alza otro frontón curvo y roto con el escudo de la Orden, representado por la Santa Cruz sobre el monte Calvario. A ambos lados de este cuerpo aparecen dos escudos con decoración vegetal que albergan los anagramas de Jesús y de la Virgen. Sobre la hornacina se abre una sencilla ventana geminada de medio punto, y un frontón partido sirve de transición hacia la gran espadaña que corona el conjunto.

Segundo cuerpo

Detalle de la hornacina con cruz de hierro forjado

Escudo de la Orden

Anagrama de Jesús

Anagrama de María

En correspondencia con las puertas laterales, el segundo cuerpo de la fachada incorpora dos ventanas rectangulares con rejas, carentes de ornamentación.

Espadaña

La espadaña, de marcada verticalidad, se eleva en dos cuerpos sobre un basamento de perfil bulboso. El inferior presenta dos vanos de medio punto entre pilastras toscanas, separados por un estípite apoyado en pilastras, con arcos cuyas roscas se subrayan mediante dobles filetes. Sobre la cornisa se dispone un frontón recto partido que acoge el segundo cuerpo, formado por un único arco entre pilastras lisas y traspilastras adosadas con capiteles jónicos, que sostienen un entablamento liso con cornisa de mutilos y frontón ondulado. Completan la espadaña una cruz latina de hierro, una veleta con pararrayos y las correspondientes campanas.

Detalle de la espadaña

Detalle de la cruz latina de hierro y la veleta con pararrayos

INTERIOR

El interior del templo responde a una planta de cruz latina organizada en tres naves, siendo la central más ancha y elevada que las laterales. Estas se comunican mediante arcos de medio punto, sobre los que discurren galerías superiores abiertas a la nave principal mediante balconadas. El espacio se articula en cuatro tramos, con crucero, presbiterio y coro situado a los pies.

El crucero se cubre con una elevada cúpula semiesférica sobre pechinas, carente de tambor y rematada por linterna, que descansa sobre robustos pilares. El presbiterio presenta bóveda vaída, mientras que la nave principal se cubre con bóveda de lunetos.

Todo el conjunto interior se caracteriza por una absoluta uniformidad cromática, ya que el blanco domina por completo el espacio, sin presencia de otros colores, ni en las yeserías ornamentales ni en posibles decoraciones pictóricas murales.

Desde su establecimiento definitivo como parroquia en 1840, el templo ha experimentado diversas modificaciones que, en general, no han afectado a su estructura original, salvo en el ámbito de la nave de la Epístola, y que se han limitado principalmente a la sustitución de imágenes en los distintos altares.

Los primeros testimonios documentales relativos a los retablos y esculturas que ornamentaron la iglesia del convento del Espíritu Santo se encuentran en un manuscrito elaborado por el notario Joaquín Rodríguez de Quesada, a petición de los Clérigos Menores, y hoy conservado en el Archivo Municipal de Sevilla. Aunque carece de fecha explícita, su redacción puede situarse entre octubre de 1770 —momento al que corresponde la última noticia recogida— y 1775, último año en el que consta la actividad del notario en la escribanía número 1 de la ciudad.

El documento aporta valiosa información sobre la fundación del convento y los avatares de su historia, incluyendo la relación de altares y retablos, sus respectivas advocaciones y los patronos de las distintas capillas. Gracias a estos datos es posible reconstruir el estado original y la ubicación primitiva de las obras dentro del templo, con anterioridad a su transformación en parroquia de Santa Cruz.

El paso del tiempo y los acontecimientos históricos provocaron traslados sucesivos de las imágenes, modificaciones en las advocaciones de las capillas y, en algunos casos, la desaparición de determinadas piezas. No obstante, la conversión del antiguo convento en parroquia supuso también la incorporación de parte del patrimonio procedente de la demolida iglesia de Santa Cruz.

Nave de la Epístola

En una repisa situada en el muro junto al cajón de entrada, vemos una imagen de talla completa de santo Domingo de Guzmán (ver), de madera policromada, fechada en el siglo XVIII, procedente del antiguo convento de san Pablo (actual iglesia de santa María Magdalena).

Santo Domingo de Guzmán


Al fondo de la nave se encuentra la pila bautismal, con un moderno cuadro del Bautismo de Cristo.

Pila bautismal, con cuadro del Bautismo de Cristo

Detalle de Pila bautismal


Le sigue un retablo no muy relevante, del siglo XVIII de autor desconocido, que preside un lienzo de la Virgen de la Soledad, también de autor desconocido, datado entre finales del XVII y principios del XVIII. Ante ella se ha colocado una talla moderna de San Pancracio (ver), abogado de la salud y del trabajo, que limita la visión de la Virgen. En el ático cuadro de San Carlos Borromeo (siglo XVIII).

Esta capilla fue otorgada por escritura de 25 de abril de 1672 a Martín Damiano y sus sucesores.

Retablo de la Virgen de la Soledad

Detalle del cuadro y de la imagen de san Pancracio

San Carlos Borromeo 

En la siguiente capilla se venera a San Eligio (San Eloy) (ver), obispo del siglo VI, orfebre y acuñador y patrono de los plateros, obra anónima en estilo barroco de madera policromada, de la primera mitad del siglo XVII, que se relaciona con Juan de Mesa (ver) y que fue retocada en 1743 por Domingo Martínez (ver). Perteneció al gremio de los plateros y procede de la capilla que esta asociación tuvo en el convento de San Francisco. El retablo de estilo neoclásico es obra de Miguel Albis del siglo XIX, hacia 1812.

En el ático se halla un lienzo que representa a Jesús Nazareno en la calle de la amargura, flanqueado por trozos de frontones curvos y cuatro jarrones en eje con las columnas. En las entrecalles se hallan actualmente dos pequeños lienzos con San Francisco Javier y San Francisco de Paula, en muy mal estado de conservación, reutilizados de otro, así como la mesa de altar que presenta decoración de rocalla dieciochesca.

Retablo de San Eligio

San Eligio

Detalle de San Eligio

Detalle del ático

A continuación, se sitúa un retablo de gusto rococó, atribuido a Bernardo Simón de Pineda (ver), que alberga una imagen de la Virgen Dolorosa del siglo XVIII (ver).

El retablo fue concertado el 27 de enero de 1672 por Bernardo Simón de Pineda y Juan de Valdés Leal (ver) con doña Cristina Matienzo Ystte de Castañeda, viuda de don Juan Gelders y del capitán Pedro Reyner, para servir como retablo de su capilla funeraria. Esta capilla debió de estar ornamentada con pinturas al fresco, como indican algunos restos conservados. La lápida sepulcral de la fundadora aún puede contemplarse a los pies de la mesa de altar, hoy de estilo rococó.

La traza diseñada por Pineda guarda estrecha relación con otros dos retablos realizados por el artista para esta misma iglesia. Se trata de un retablo-hornacina de tres calles, encajado en un arcosolio y organizado mediante dos columnas salomónicas ricamente talladas, separadas en su tercio inferior por un anillo y rematadas con capiteles compuestos. La decoración se basa en una abundante combinación de motivos vegetales y geométricos.

En el banco se preveía, según lo estipulado en el contrato, una pintura de las Ánimas realizada por Valdés Leal; sin embargo, en la actualidad se conserva una representación de Cristo yacente del siglo XVIII, enmarcada por rocallas doradas.

En las entrecalles aparecen los atributos de la Pasión, obra que también puede atribuirse a Valdés Leal, mientras que el ático se remata con una cruz.

El conjunto sufrió una profunda transformación a mediados del siglo XVIII, cuando fue adaptado al gusto rococó mediante la incorporación de elementos de rocalla. Esta reforma se produjo a raíz de la solicitud presentada el 27 de agosto de 1756 por la Hermandad de Nuestra Señora del Mayor Dolor, establecida en la capilla desde el 7 de agosto de 1731. La mesa de altar, igualmente rococó, responde a esta intervención, momento en el que el retablo fue repolicromado en tonos verde oscuro y dorado.

Retablo 

Virgen Dolorosa

Cristo yacente

Cruz del ático

Atributos de la Pasión

Atributos de la Pasión

El martillo y las tenazas

La columna de flagelación y el gallo

Los dados y la túnica

El siguiente retablo nos muestra una imagen de San Antonio de Padua (ver), que ya estaba en el templo desde los tiempos de los Clérigos Menores. Es de un barroco tardío (mediados del siglo XVIII), mientras que el retablo, de estilo neoclásico, pertenece al siglo siguiente. 

Retablo de San Antonio de Padua

San Antonio de Padua

En el lado de la epístola del crucero se alza un retablo barroco del siglo XVII, de notable calidad artística, que fue repintado doscientos años después conforme al gusto neoclásico, tras verse afectado por un incendio accidental.

El conjunto está presidido por una talla de la Virgen de la Paz (ver), procedente del convento de San Pablo (actual parroquia de la Magdalena) en donde se veneraba con la advocación de Nuestra Señora del Rosario, fechada en el siglo XVI y atribuida a Jerónimo Hernández (ver), cuya ejecución se sitúa entre 1577-1578. Se trasladó a este templo tras la desamortización de 1835. Es una excelente escultura sedente sobre un rico sillón y de tamaño natural que constituye un bello grupo escultórico de gran riqueza formal de volumen y modelado, inspirado en los modelos de Miguel Ángel y con recuerdos de obras de Roque Balduque (ver), si bien la obra está repolicromada, seguramente en el XVIII.

La imagen primitiva de Nuestra Señora de la Paz, venerada en la antigua iglesia de Santa Cruz, fue enviada desde Toledo por el cardenal Pedro González de Mendoza a finales del siglo XV o comienzos del XVI. En su honor se fundó la Hermandad del Santísimo Rosario de Nuestra Señora de la Paz, para la que, años más tarde, se labró capilla propia. Tras la destrucción del templo, la imagen siguió el mismo periplo que la Hermandad de Santa Cruz, antes señalado, hasta recalar de nuevo en el convento de los Menores, donde quedó instalada en un retablo situado en el lado de la Epístola del crucero.

Allí resultó gravemente dañada a consecuencia del incendio de 1874, motivo por el cual fue sustituida —desconociéndose hoy su paradero— por la imagen de la Virgen del Rosario procedente de la parroquia de la Magdalena, que hemos comentado.

A ambos lados de la Virgen se disponen las esculturas de santa Filomena (ver) y santo Tomás de Aquino (ver), realizadas en madera estofada posiblemente en el tercer cuarto del siglo XVIII. En la mesa del altar se sitúa el grupo escultórico del siglo XVII que representa la Transverberación de santa Teresa, atribuido a Luisa Roldán, conocida como La Roldana (ver), cuya ejecución se puede establecer entre 1671 y 1686.

En el ático se presenta la imagen de san Felipe Neri (ver), fechable en el siglo XVII, coronada por un relieve del Padre Eterno y de la paloma del Espíritu Santo, y se completa el retablo con dos cuadros no identificados.

Flanqueando el retablo se sitian dos lienzos con las figuras de santa Ana y san Joaquín.

Retablo

Virgen de la Paz

Santa Filomena

Santo Tomás de Aquino

Transverberación de santa Teresa

San Felipe Neri

Padre Eterno y Espíritu Santo

Cuadro

Cuadro

Santa Ana 

San Joaquín

En el chaflán con la nave principal se sitúa un retablo neoclásico dedicado al Sagrado Corazón de Jesús (ver). En las calles laterales pequeñas imágenes de santa Ana y san Joaquín (ver).

Retablo del Sagrado Corazón de Jesús

Sagrado Corazón de Jesús

Santa Ana

San Joaquín

En el machón correspondiente al lado de la epístola se sitúa en otro retablo neobarroco el San José con el Niño (ver), obra de buena factura tardobarroca atribuida a Blas Molner  (ver) y fechada a fines del XVIII. 

Retablo de San José con el Niño

Detalle de San José con el Niño

A los pies de ambos retablos se hallan sendas lápidas sepulcrales de don Jorge Jacobs y su esposa doña Teresa Manuela Pelarte y don Livino Ignacio Leirens y doña Ana María Pelarte quienes compraron este sitio para enterramientos de ellos y sus descendientes por 19.500 ducados de vellón, a pagar entre las dos familias, según escritura firmada con los Menores el 19 de diciembre de 1727.

Presbiterio-Altar Mayor

En cumplimiento de los acuerdos aprobados en el capítulo de 12 de junio de 1701, se dispuso la construcción de la capilla mayor de la que carecía el templo, para lo que se comisionó al padre Fernando de Angulo.  Las trazas fueron dadas por el arquitecto José Tirado (ver) el 20 de junio de 1701 y para su desarrollo fue necesaria la anexión de una serie de parcelas, como hemos comentado en la historia.

Tirado diseña una profunda cabecera en eje con la nave central, compuesta por una capilla mayor de planta cuadrada cuyos gruesos pilares sustentan una cúpula sin tambor sobre pechinas con ocho balcones –hoy cegados– entre fajas a modo de gallones y pilastras, y coronados con frontones rectos y curvos alternos y venera en su interior. El conjunto se corona con linterna cilíndrica con pares de pilastras toscanas que enmarcan pequeños vanos rectangulares, coronándose con cúpula semiesférica.

A continuación, Tirado dispuso el presbiterio de tres tramos con hastial plano y dividido en dos mediante un muro con dos vanos laterales, que servía de apoyo al retablo mayor y a la vez delimitaba el espacio dedicado al coro que se hallaba situado en el último tramo, muro y retablo que desaparecieron en las reformas de corte neoclásico llevadas a cabo en torno a 1792. Este ámbito se ilumina mediante dos ventanas laterales abocinadas en el lado del evangelio y se comunica con la sacristía, de planta rectangular, por el de la Epístola.

El presbiterio está separado del Crucero por un arco toral con dos ángeles lampadarios, fechables a mediados del XVIII.

Detalle de ángel lamparario

El primer retablo mayor del que se tiene constancia fue el que se dispuso en el muro del presbiterio que lo separaba del coro, situado al fondo del templo.

La ejecución de este retablo quedó formalizada mediante contrato firmado el 22 de julio de 1735 por el maestro Felipe Fernández del Castillo (1696-1767), quien se comprometía con los Clérigos Menores a realizar “un retablo para el altar mayor de la iglesia de dicha casa, según el diseño que tiene hecho”, por un importe de 6.000 ducados de vellón.

Posteriormente, el 6 de enero de 1737, el propio Felipe Fernández acordó con los religiosos la introducción de ciertas modificaciones en el retablo proyectado, figurando como fiador Benito de Hita y Castillo (ver). Este hecho apunta con bastante probabilidad a la intervención de este último maestro en la parte correspondiente a la imaginería.

Se desconoce el conjunto de imágenes que integraban aquel retablo, con la única excepción de Nuestra Señora del Mar. Esta imagen fue donada a los Clérigos Menores en 1626 por Beatriz Bermúdez, quien la conservaba en su oratorio particular. Tras ocupar durante un tiempo un retablo de la nave del Evangelio, pasó posteriormente al altar mayor. La advocación fue titular de una cofradía que ya había desaparecido a finales del siglo XVIII.

Después de un incendio que arruinó este primer retablo, se erigió en su lugar un templete exento de estilo neoclásico, realizado en estuco policromado imitando mármoles, obra de Blas Molner en 1792 (ver), y que es el que ha llegado hasta nuestros días. Para su construcción fue necesario derribar el muro con dos vanos laterales que separaba el presbiterio, el cual se elevó mediante tres gradas de mármol rojo.

El tabernáculo se alza sobre una amplia mesa de planta cuadrada con zócalo, sobre la que se disponen doce columnas de fuste estriado, agrupadas de tres en tres. Estas sostienen un entablamento de traza circular, sobre el que se eleva una cúpula coronada por una figura alegórica de la Fe.

Originalmente, a ambos lados del tabernáculo se situaban dos grandes ángeles arrodillados, portando gruesos cirios sobre un basamento de nubes, también realizados por Blas Molner, con la función de iluminar el conjunto. Estas esculturas no se conservan en la actualidad y, en su lugar, el presbiterio se alumbra mediante dos ángeles lampareros suspendidos en los muros.

Presbiterio y Altar Mayor

Detalle del tabernáculo

Detalle de la Fe


Preside el altar el Crucificado de las Misericordias (ver), una imagen anónima del siglo XVII, atribuida a Pedro Roldán (ver) y fechada en torno a 1670. De proporciones ligeramente inferiores al tamaño natural, con una altura de 167 centímetros, está tallado en madera de ciprés y presenta ojos de cristal y dientes de marfil. Procede del desaparecido templo de Santa Cruz, donde recibía culto en la capilla de los Auñón y Torregrosa. La imagen representa el momento en que Cristo pronuncia la primera de las Siete Palabras, “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”, tal como relata el Evangelio de san Lucas.

Cristo de la Misericordia

Detalle del rostro

Detalle del paño de pureza

Detalle de los pies

Tras el templete se sitúan los coros alto y bajo.  

En el coro bajo se encuentra la sillería del coro, realizada entre 1791 y 1800. Es de autor anónimo y estilo neoclásico, y está realizada en pino de Flandes y caoba. Tiene un total de 46 sitiales repartido en dos órdenes, 19 en la sillería baja y 27 en la sillería alta.

En el coro alto, sobre la sillería, hay una tribuna con un arco escarzano y un antepecho metálico. En la tribuna hay una consola de madera oscura, de las más antiguas de España, sobre la que se encuentra el órgano, del tipo denominado tubular barroco. Es del siglo XIX y fue realizado por el maestro organero Pedro Otín Calvete (Maestro Calvete) cuya formación fue con Jordi Bosh, considerado el mejor organero de su tiempo (construyó los órganos de la Catedral de Sevilla y de la capilla del Palacio Real de Madrid). En la parte superior del órgano hay esculturas alegóricas de la música sacra.

Detalle del órgano

Detalle de la escultura alegórica de la música sacra

Ceán Bermúdez cita en el lado del evangelio del presbiterio un San Dionisio Areopagita que en otro momento estuvo en una de las capillas de la nave de la epístola, y que atribuye a Antonio Acisclo Palomino y Velasco, obra en paradero desconocido. En el lado de la epístola cita este

autor un San Nicolás de Bari, en pie y a tamaño mayor que el natural que adjudica a Lucas Jordans, al igual que hicieran el Conde del Águila y Justino Matute rectificando a Ponz, que adjudica ambas a Palomino.

Nave del Evangelio

En el chaflán del presbiterio correspondiente al lado del Evangelio se alza un modesto retablo neobarroco, en el que se venera una imagen de la Virgen de Lourdes (ver), traída de Francia en 1879, circunstancia que convierte a Santa Cruz en una de las feligresías de la ciudad que más tempranamente rindió culto a esta advocación mariana.

Retablo 

Camarín de la Virgen de Fátima

Detalle de la Virgen de Fátima

Junto al retablo de la Virgen de Lourdes se dispone otro aún más modesto —apenas un arcosolio abierto en el muro, enmarcado por una moldura dorada exterior— que alberga la imagen de talla completa de María Santísima de la Antigua (ver), colocada de rodillas. Se trata de la imagen primitiva de la Hermandad, obra de Pizarro (ver), realizada en 1905.

Arcosolio con María Santísima de la Antigua

María Santísima de la Antigua

Detalle de María Santísima de la Antigua


En el lado del Evangelio del crucero, el retablo barroco, dorado, del siglo XVII, obra de Simón de Pineda (ver) que procede del desaparecido convento de Nuestra Señora de la Asunción (ver), que estaba en la plaza del Museo esquina a San Vicente, y que fue expropiado por el régimen surgido de la Revolución de 1868. Lo preside Nuestra Señora de los Dolores, imagen gubiada por Antonio Eslava Rubio en 1967 (ver). Titular de la hermandad de penitencia, que procesiona en palio.

La primera Virgen que realizó estación de penitencia, en 1906, como hemos comentado, fue una talla de Emilio Pizarro y Cruz (ver), colocada de rodillas a los pies del Cristo de las Misericordias y bajo la advocación de Santa María de la Antigua.

Poco apreciada por los cofrades, esta imagen fue sustituida por otra Dolorosa, donada por el feligrés don Fernando Ybarra Llorente, atribuida por algunos autores a Blas Molner (ver) y por otros a José Montes de Oca (ver). Situada en la misma posición que la anterior, procesionó durante muchos años con la advocación de Nuestra Señora de los Dolores.

La primitiva talla de Pizarro quedó relegada a un armario de la sacristía, donde permaneció olvidada hasta que, en 2003, tras ser restaurada, se decidió su restitución al culto con su antigua advocación de Santa María de la Antigua, siendo además nombrada Titular de la Hermandad.

Entretanto, la corporación veía cumplido uno de sus grandes anhelos: la incorporación de un paso de palio. El inconveniente radicaba en la postura arrodillada de la Virgen, poco adecuada para este tipo de andas. Por ello, el escultor Juan Abascal Fuentes llevó a cabo en 1963 una profunda intervención sobre la imagen atribuida a Molner, modificando radicalmente su disposición. La Dolorosa procesionó finalmente bajo palio los Martes Santo de 1965 y 1966, aunque, en realidad, se trataba casi de una imagen nueva, pues únicamente se conservó la mascarilla original. Abascal transformó la escultura primitiva —arrodillada y con la mirada al cielo—, alterando su postura y tallando nueva cabeza y manos.

La reforma, sin embargo, no fue bien recibida, y la Junta de Gobierno decidió buscar una nueva Dolorosa. Esta llegaría de la mano de Antonio Eslava Rubio (ver), cuya imagen fue bendecida el 25 de octubre de 1976. La Dolorosa intervenida por Abascal fue cedida a la Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración de Bonares (Huelva), donde recibe culto bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario.

Retablo 

Nuestra Señora de los Dolores

Detalle de Nuestra Señora de los Dolores

Le acompañan las imágenes de San Francisco de Paula (ver) San Cayetano (ver), y de menor tamaño San Juan Nepomuceno (ver) San Francisco (ver)

San Juan Nepomuceno

San Francisco

San Cayetano 

San Francisco de Paula 

En el ático, una cruz y se completa con una corona. 

Este fue el anterior retablo del Cristo de las Misericordias.

Cruz

Corona

Custodia de plata

En el pilar opuesto, junto al púlpito, se alza una imagen de tamaño natural del arcángel san Miguel (ver). Se trata de una talla de notable calidad, obra de maestro y no de taller, fechable en el siglo XVIII. Según los especialistas, podría proceder del círculo de La Roldana o de su sobrino Duque Cornejo (Carmona), de Cayetano de Acosta (Valdivieso) o de Benito de Hita y Castillo (Roda Peña, Herrera). Esta escultura fue la efigie que coronaba el antiguo retablo mayor, destruido en el incendio de 1874.

Pilar con arcángel san Miguel y pulpito

Arcángel san Miguel

Un púlpito de forja, con balaustrada de madera tallada y decoración a base de motivos vegetales y cubierto con tornavoz también de madera rematado con la figura de la Fe.

Pulpito

Detalle del tornavoz

Detalle de la Fe

Retablo de Santa Ana y la Virgen niña (ver), de estilo barroco, diseñado y realizado por Bernardo Simón de Pineda (ver) de entre 1671 y 1672, dorado y policromado por Juan de Valdés Leal (ver), y el grupo escultórico que recoge a Santa Ana enseñando a leer a la Virgen Niña se atribuye a Pedro Roldán (ver)

Esta capilla era propiedad de don Sebastián de Arria y Otalora y su mujer doña Ana de Luna Ladrón de Guevara, adjudicada por escritura de 27 de julio de 1668, terminándose en junio de 1671.

Tipológicamente se trata de un retablo-hornacina compuesto por un banco con sagrario entre grupos de tres columnas cilíndricas retalladas dispuestas en distintos planos, una amplia hornacina central entre columnas salomónicas de seis espiras adornadas con rosas y capiteles compuestos, y un ático con una cartela rodeada de roleos; dos pilastras con dos ángeles tenantes sostienen los capiteles de las jambas del arcosolio que enmarca y completa el conjunto. La cornisa quebrada, las cabezas de querubines y la decoración de racimos forman el repertorio ornamental del retablo, de evidente efecto claroscurista. La hornacina central es de planta semielíptica con la Paloma del Espíritu Santo sostenida por puttis en la parte superior.

El grupo de Santa Ana enseñando a la Virgen que preside el retablo es de talla completa y tamaño natural, y presenta a la Santa sentada, con expresivo rostro de factura realista con facciones de una mujer de edad avanzada, en fuerte contraste con los rasgos infantiles de la Virgen niña que se halla de pie a su lado y formando un mismo bloque. Las vestiduras presentan un bello estofado a base de flores, que parece retocado en un momento posterior.

Gestoso (ver) refiere que en este retablo y flanqueando al grupo descrito, existía un San Joaquín y una Santa Ana con la Virgen, tallas de pequeño tamaño, que fecha en el siglo XVIII y que actualmente se hallan en las calles colaterales del retablo del crucero del lado de la epístola.

Retablo

Grupo escultórico

Detalle de Santa Ana y la Virgen Niña

Detalle de la Paloma del Espíritu Santo sostenida por puttis

Detalle del ático

Detalle de ángel tenante

Detalle de la puerta del Sagrario

El retablo barroco y San Francisco Caracciolo (ver), cofundador de la orden, están atribuidos a Pedro Duque Cornejo (ver) del último cuarto del siglo XVIII. En los laterales estaban San Nicolás de Bari (ver) y San Francisco de Paula (ver). En la actualidad en los laterales se encuentran San Antonio de Padua (ver) y San Francisco de Asís (ver), del siglo XVIII.

Esta capilla fue adjudicada en 1667 al capitán Jacinto López del Pino y a Diego Gómez de la Guerra y sus sucesores, según escritura firmada el 30 de junio de 1667, en la que se autorizaba el traslado de los restos de doña Bernarda de Cervantes y doña Ana del Pino, sus esposas, después de que se acabase la iglesia, así como a poner reja, retablo y demás adornos.  

Los sucesores la donaron a la Hermandad  Esclavitud de Nuestra Señora del Mar (imagen donada en 1626 a los menores por Catalina Bermúdez, que la tenía en su oratorio privado).

La hermandad se extinguió a finales del siglo XVIII y la Virgen del Mar estuvo un tiempo en el altar mayor y en la actualidad se encuentra en paradero desconocido.

Retablo 

San Francisco Caracciolo

Detalle de San Francisco Caracciolo

San Francisco de Asís

San Antonio de Padua

La siguiente capilla fue adjudicada a Juan Eusebio Negrete para sus enterramientos en 1699. Originalmente, en este retablo se encontraba San José.

El retablo neoclásico fue realizado en torno a 1812 por Miguel Albín. Santa Bárbara (ver) es una escultura anónima de tamaño natural realizada en madera policromada de mediados del siglo XVIII. Fue adquirido por la Hermandad de San Eligio, que tras el cierre de la Casa Grande de San Francisco se trasladó al convento de los Menores.

Retablo

Santa Bárbara

La siguiente capilla fue de Gutierre Mahuis (natural de Amberes) y María de Medina (de Gibraltar), afincados en Sevilla, que lograron adquirir el patronato de la capilla en el año 1666. ​ En ella se enterraron sus hijos Pedro (1685) y Guillermo Mahuis Medina (1701), al recibir el patronato de sus padres. En este retablo estuvo la Virgen del Mar y un relieve hace referencia a esta advocación en la parte superior.

El retablo barroco fue realizado por Bernardo Simón de Pineda en 1678 (ver) y está presidido por la Inmaculada Concepción (ver) del siglo XVIII, de la escuela de Martínez Montañés (ver).

En los laterales se encuentran los arcángeles San Miguel (ver) y San Gabriel (ver), del siglo XVIII, procedentes del taller de Roldán.

Retablo

Inmaculada

San Miguel

San Gabriel

Le sigue un confesonario y la pila de agua bendita.

Confesonario

Detalle

Pila de agua bendita

Finalmente, junto al cajón de entrada, una repisa con una figura de san Joaquín, con cabeza y manos talladas y cuerpo de telas encoladas, datado en el siglo XVIII.

Repisa con san Joaquín

Detalle de san Joaquín

Pies del templo

Finalmente, a los pies del templo destaca, en la zona superior, una cruz de madera.

Vista del templo desde la cabecera

Detalle de la Cruz