RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Arquitectos.
Balbino Marrón y Ranero.
Balbino Marrón y Ranero. (ver) (CC BY 3.0)
Balbino Marrón y Ranero nació en Villaro el 23 de febrero de 1812.
Inició sus estudios de arquitectura en Bilbao junto
a Juan Bautista Belauzarán. Continuó su
formación en Sevilla, donde asistió a la Escuela de las Tres Nobles Artes de
Sevilla, bajo la dirección del arquitecto Salustiano Ardanaz, primero, y tras la
muerte de este, con Melchor Cano.
Marchó a Madrid en mayo de 1837 para realizar el
riguroso examen de la Academia de Bellas Artes, fue alumno de las últimas promociones
de los estudios de arquitectura de la Academia de San Fernando, pues su título de arquitecto en Madrid fue expedido el 24 de septiembre de 1837
Tras obtener el título, se instaló
en Sevilla y empezó a trabajar en el estudio del arquitecto municipal Melchor Cano.
Solicitó la plaza de arquitecto municipal de Jerez, vacante por la
separación de Manuel de Zayas, de la que tomó posesión en 1838.
En Jerez, donde permaneció como arquitecto municipal hasta
1846, llevó a cabo la cárcel pública, las casas consistoriales, los cuarteles
de la plaza de la Constitución, la capilla y el panteón del cementerio, un
depósito subterráneo con capacidad para 100.000 arrobas de agua y los
empedrados de calles y aceras. También trabajó en muchas obras particulares,
fundamentalmente en grandes naves bodegueras donde utilizó un modelo que
repetiría con profusión, creando una especie de prototipo, y también en
numerosas casas particulares para la alta burguesía jerezana. También
realizó otras obras para particulares de poca envergadura en el mismo Jerez y
en las localidades de Puerto Real, el Puerto de Santa
María, Arcos de la Frontera y la ciudad de Cádiz.
En 1846 se trasladó a Sevilla, para sustituir a Ángel
Ayala como arquitecto municipal, y se involucró en el proceso de transformación
de la ciudad que promovieron los activos alcaldes José María Rincón y García de
Vinuesa aprovechando la coyuntura económica más favorable del siglo surgida por
el impulso renovador que derivó del emplazamiento de los nuevos sistemas de
transporte y del asentamiento de establecimientos fabriles y manufactureros,
los cuales demandaban terrenos y mano de obra.
El crecimiento demográfico puso al descubierto las numerosas
deficiencias de la ciudad fundamentalmente desde el punto de vista higiénico,
como era la escasa traída de aguas, la carencia de una red de desagües, la
indefensión contra las frecuentes inundaciones, la saturación de los
cementerios, dando lugar a prácticas de enterramientos en las iglesias, la
concentración de toda la población en el reducto de intramuros produciendo un
hacinamiento en las viviendas, la carencia de servicios tales como mercados,
colegios, edificios institucionales, la ausencia de malecones de defensa y
muelles del río, los inconvenientes de un viario tortuoso y estrecho incapaz de
absorber el tráfico entre el puerto, las estaciones y el interior de la ciudad,
donde todavía residían todos los establecimientos comerciales y fabriles, etc. Era
una situación que Balbino Marrón encaró y resolvió, dentro de lo que cabe, de
manera muy digna en el ejercicio como urbanista y arquitecto.
Asimismo, diseñó unas actuaciones generalizadas en el casco urbano
sobre alineaciones y ensanches de calles acumulando una documentación
exhaustiva que le permitió iniciar el levantamiento del plano general con su
compañero Eduardo García Pérez, labor que no se llegó a materializar en ninguna
cartografía. Pero todos estos datos de campo, reunidos y aprobados por las
correspondientes comisiones originaron un corpus y una casuística de
actuaciones en la ciudad por la que se iban a regir los futuros arquitectos de
la misma.
La primera obra que realizó en esta ciudad fue la reforma de un edificio en
la calle Cardenal en 1846 para convertirlo en el asilo San Fernando, que fue
derribado en 1860.
En 1846 realizó la plaza
del Museo y en 1851 realizó las fachadas y edificio que alberga el Museo de Bellas Artes y la
sede de la Academia.
En 1847 fue nombrado miembro
numerario de la Academia de San Fernando. Perteneció a la Academia de Santa Isabel de Hungría
como numerario desde 1847.
En 1848 el duque de Montpensier y su esposa,
la infanta María Luisa, se instalaron en Sevilla y Balbino Marrón adaptó para ellos el Palacio
de San Telmo. Además, construyó para ellos un palacio en Sanlúcar de
Barrameda y otro en Villamanrique de la Condesa. También realizó
obras en el palacio que este matrimonio tenía en Castilleja de la Cuesta,
que en el siglo XVI había
sido la casa de Hernán Cortés
En 1850 ordenó los terrenos del
Prado de San Sebastián tras el nacimiento de la Feria de Abril en 1847. Al comienzo esta se colocó solamente en la zona de la Huerta del
Retiro, pero posteriormente se extendió para abarcar todo el Prado de San
Sebastián, lo que provocó la necesidad de la ordenación municipal de los
terrenos.
En 1852 realizó la fachada del Ayuntamiento que mira a la Plaza Nueva y
colaboró con Ángel de Ayala en el proyecto de la Plaza
Nueva.
En 1852 se encargó de la
construcción del cementerio de San Fernando, que se inauguró en 1853.
Prolongó las calles Tetuán y Naranjo (Méndez
Núñez). Creó la actual calle Bilbao, para lo cual se modificó el lateral del
convento de San Buenaventura.
En 1855 separó urbanísticamente
la zona de la Huerta del Retiro, donde se situó el paseo de Catalina de Ribera.
Realizó una ordenación urbanística de la zona de la Alameda de Hércules, con la parcelación y venta de los
terrenos sobrantes, lo que permitió el saneamiento del lugar, y acometió la alineación y ocupación de los barrios del Arenal, la
Cestería y la Carretería; este mismo año se ocupó de la ordenación de los
terrenos de las afueras de la puerta de Triana.
En 1858 realizó el mercado del Perneo y en 1862 el
mercado de la calle Feria.
En la zona de levante preparó el soterramiento del
arroyo Tagarete hasta convertirlo en una cloaca que desembocaba próxima a la
Torre del Oro.
En la década de 1860 se ocupó del establecimiento de las estaciones del
ferrocarril con la ordenación y limitación de la calle Torneo y Plaza de Armas.
Estas actuaciones supusieron la organización futura de todo el margen izquierdo
del Guadalquivir.
En 1860 el Gobierno de España
le nombró Arquitecto Provincial de Sevilla y consejero de la Delegación del
Gobierno. Como tal, estuvo al frente de todas las obras del Gobierno en la
provincia desde 1860 hasta 1867.
Murió en Bilbao circunstancialmente en 1867, pero su cadáver fue traído en barco a Sevilla para ser enterrado en el cementerio de San Fernando.
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