RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas
Santa María Magdalena de Pazzi.
Caterina de
Pazzi nació en 1556 en el seno de una de las familias más influyentes y
acomodadas de Florencia, linaje que aportó a Italia destacados políticos y
militares y a la Iglesia católica a una de sus grandes santas. Fue la segunda
hija de Camillo di Geri de Pazzi y de Maria Buondelmonti, y en el ámbito
familiar recibió el nombre de Lucrezia, en recuerdo de una abuela.
Recibió una
sólida formación cristiana y cursó estudios en la Chiesa di San Giovannino dei
Cavalieri, dirigida por los caballeros de Malta. No consta con certeza si en
1581, durante el período en que su padre ejercía como gobernador de Cortona,
residió algún tiempo en el monasterio de terciarias franciscanas de la ciudad,
circunstancia que podría explicar la marcada impronta franciscana de su
espiritualidad.
Según dejó
escrito, a los doce años experimentó su primer éxtasis en presencia de su
madre, episodio que dio inicio a una serie de vivencias místicas que se
prolongaron a lo largo de su vida. A los catorce años fue enviada a un convento,
aunque su familia la hizo regresar con la intención de concertar un matrimonio
noble. Finalmente, aceptaron su firme decisión de consagrarse a la vida
religiosa.
Con dieciséis
años eligió la orden de las carmelitas de la antigua observancia e ingresó en
el monasterio de Santa Maria degli Angeli, conocido como San Frediano in
Cestello, en el barrio florentino de Oltrarno, el 27 de noviembre de 1582. Al
profesar adoptó el nombre de María Magdalena. Debido a una grave enfermedad que
estuvo a punto de causarle la muerte, realizó anticipadamente los votos de
pobreza, castidad y obediencia.
Como
otras místicas de su tiempo, su existencia estuvo marcada por una intensa vida
de oración, la práctica de la penitencia y una constante atención caritativa
hacia los más necesitados.
Alcanzó
notoriedad por sus experiencias místicas, entre ellas éxtasis y raptos, durante
los cuales las monjas de su comunidad recogían y transcribían las palabras que
dictaba en estados de conciencia alterados. Los textos atribuidos a la santa se
caracterizan por un lenguaje vivo, de fuerte impronta oral y gran intensidad
expresiva.
Presentó
estigmas en manos y pies, asociados a las llagas de Cristo crucificado, que le
provocaban sufrimientos muy intensos. Padeció además fuertes dolores de cabeza,
episodios de parálisis y una extrema sensibilidad corporal, hasta el punto de
que el más leve contacto le resultaba insoportable. Entre sus visiones destaca
una en la que se vio desclavando a Cristo de la cruz y bebiendo la sangre de
sus heridas, razón por la que la iconografía la representa con los símbolos de
la Pasión: la corona de espinas, los clavos, la lanza de Longinos, el hisopo,
la vara y el flagelo.
Enfermó gravemente
hacia 1604 y falleció el 25 de mayo de 1607, a los cuarenta y un años de edad.
Tras su muerte comenzaron a atribuirse a su intercesión numerosos milagros y
curaciones. El proceso de beatificación se inició en 1610 y concluyó en 1626
durante el pontificado de Urbano VIII. Cuarenta y tres años después, el 28 de
abril de 1669, fue proclamada santa.
Su cuerpo
incorrupto se conservó en la iglesia del convento carmelita de Florencia, que
adoptó el nombre de Santa Maria Maddalena de Pazzi. En 1928, las monjas se
trasladaron a un nuevo monasterio en el barrio de Careggi, llevando consigo las
reliquias de la santa.
Museo de Bellas
Artes
Santa María Magdalena de Pazzi. Cano, Alonso. 1628. Óleo
sobre lienzo. 116 x 55 cm. Museo de Bellas Artes. Sala IV. Adquisición de la
Junta de Andalucía en 2021
Detalle
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