ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA
Cardenal Cisneros. Francisco Jiménez de Cisneros
Se le rotula una calle de la collación de San Vicente (ver).
Vivió en un periodo de importancia trascendental para España, cuando los pequeños reinos fueron unificados, los musulmanes finalmente vencidos o expulsados, América descubierta y el poder real consolidado.
En este periodo Cisneros
tuvo un gran papel, ayudando a crear la nueva España como un patriota y leal
hijo de la Iglesia, según entendía su deber.
Nació en Torrelaguna (Madrid) en 1436, procedente de una familia de la baja nobleza, que recibió el nombre de la ciudad, en la provincia de Palencia, donde habían vivido sus miembros.
Su padre fue un
recaudador real de contribuciones para la guerra contra los musulmanes.
Francisco Jiménez de Cisneros cursó estudios en Alcalá y Salamanca donde se licenció en derecho civil y canónico en 1456.
Durante los seis años siguientes estuvo en
Roma, volviendo a España a la muerte de su padre, en torno a 1466.
En 1471, fue nombrado arcipreste de Uceda,
pero varios enfrentamientos con el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo de
Acuña, motivaron su ingreso en prisión, durante algunos años, primero en
Uceda y posteriormente en el castillo de Torremocha (Santorcaz).
En 1480, y merced a su amistad con el cardenal Mendoza, fue nombrado vicario general de la diócesis de Sigüenza, cargo que desempeñó hasta 1484, fecha en que decidió ingresar en la orden franciscana, en el monasterio de los observantes de Toledo, con el nombre de Francisco, pues su nombre de pila era Gonzalo.
Pasó de San Juan de los Reyes en Toledo al Castañar, donde en una choza que se construyó, decidió retirarse a la soledad, viviendo tres años como un anacoreta.
Después, guiado por sus superiores ingresó en un claustro de la
Salceda, donde al poco tiempo era supervisor.
En 1492, tras permanecer retirado durante ocho años, fue nombrado
confesor de la reina Isabel la Católica, siguiendo los consejos del entonces
arzobispo de Toledo, el cardenal Pedro González de Mendoza, primer protector de
Cisneros, al quedar vacante dicha plaza debido al nombramiento de Hernando de
Talavera como arzobispo de Granada.
En 1494 fue nombrado provincial de la orden franciscana en Castilla, y en 1495, a la muerte del Cardenal Mendoza, fue consagrado arzobispo de Toledo en el convento de San Francisco de Tarazona por el arzobispo de Granada fray Hernando de Talavera y en presencia de los Reyes Católicos.
Durante la Baja Edad Media llegó a ostentar el mayor poder tras La
Corona, al ser Primado de España y Canciller Mayor de Castilla.
Desde este puesto, acometió una profunda reforma, siguiendo al movimiento espiritual de Pedro de Villacreces, para adecuarla a la estricta observancia de la Regla de san Francisco.
En
este sentido, luchó por recuperar el espíritu original de la orden de San
Francisco de Asís, intentó dificultar la creciente concesión de inmunidades y
privilegios a las órdenes seculares y se sumergió en una campaña reformista que
se plasmó en la celebración de sendos sínodos en Alcalá (1497) y en Talavera
(1498).
En 1499, obedeciendo órdenes reales, partió al reino de Granada con el encargo de asumir su evangelización, en colaboración del arzobispo fray Hernando de Talavera.
Para
ello, mandó destruir la biblioteca nazarí con el celo de eliminar todo aquello
que contribuyese a la impiedad mahometana, convirtiendo en cenizas todo el
acervo poético, histórico y patrimonial de la cultura nazarí, salvándose
únicamente los libros de medicina.
En 1501 instituyó la obligatoriedad de la identificación de las
personas con un apellido fijo. Hasta entonces las personas se identificaban con
su nombre y un apellido o mote que reflejaba el lugar de procedencia, el oficio
o alguna característica de la persona, por lo que miembros de una misma
familia, incluso hermanos, podían tener diferente apellido. Este sistema
producía un tremendo caos administrativo para poder identificar a las personas
por familias. A partir de la ordenanza de Cisneros, el apellido del padre
quedaba fijado y pasaría a ser el de todos sus descendientes.
En 1504, tras la muerte de Isabel, Cisneros ocupó la regencia, se convirtió en defensor de Fernando el Católico e impidió el ascenso al trono de Felipe el Hermosos.
Fernando el
Católico al volver de Italia, tras tomar posesión del Reino de Nápoles, recompensó a Cisneros, por su lealtad,
con el capelo cardenalicio, otorgado por el Papa, con el título de Santa
Balbina.
En 1507 fue
nombrado Inquisidor general de Castilla y limitó los poderes de los oficiales
inferiores de la Inquisición para impedir la persecución, destituyendo a los
oficiales indignos de ocupar el cargo y protegió a los que habían sido acusados
injustamente, como Antonio de Nebrija.
A partir de entonces presidió la Junta de Regencia, cargo desde el cual organizó varias expediciones de conquista en el norte de África (Mazalquivir, 1507, y Orán, 1508).
Conquista
de Orán en la capilla mozárabe de la catedral de Toledo
Cisneros desembarca en Orán. Juan de
Borgoña. Capilla mozárabe de la Catedral de Toledo
Impulsó la creación de la Universidad de Alcalá de Henares (1498), la antigua Complutum, y se propuso dotarla de los mejores teólogos y los mejores textos.
Había cuarenta y dos cátedras: seis de teología, seis de derecho canónigo , cuatro de medicina, una de anatomía, una de cirugía, ocho de filosofía, una de filosofía moral, una de matemáticas, cuatro de griego y hebreo, cuatro de retórica y seis de gramática.
Cabe destacar
su aportación a la edición de la Biblia Políglota Complutense (1514-1517), dividiendo
los trabajos entre eruditos, incluyendo a uno griego y otro judío, apreciando
el valor de un trabajo de tal categoría.
Fachada de la Universidad de Alcalá de
Henares. Hauser y Menet (1891).
El 23 de enero de 1516 falleció
Fernando el Católico y por disposición testamentaria, Cisneros quedó
constituido nuevamente como Regente del Reino de Castilla, hasta que el joven príncipe
Carlos, que se encontraba en Flandes, viniera a España a ocupar el trono.
En los casi dos años que duró la regencia, Cisneros, que contaba ya ochenta años, mostró unas dotes políticas y una extraordinaria habilidad para gobernar.
Murió camino de Valladolid, adonde se dirigía para encontrarse con el futuro monarca Carlos I de España, quien recientemente lo había confirmado en su cargo de regente del reino.
Sus últimos
años estuvieron llenos de tristezas por causa de aquellos a quienes más había
beneficiado.
Tumba del Cardenal Cisneros. Vista lateral derecho, desde el Evangelio
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