ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS DE LAS CALLES DE SEVILLA
Narciso Bonaplata y Curiel
Comenzó a trabajar a los 16 años en el taller familiar de pintados y posteriormente ingresó en la fábrica Bonaplata, Rull Vilaregut y Cia, empresa que fue la primera industria textil y fundición de hierro movida por la fuerza del vapor en España, de ahí el sobrenombre Vapor Bonaplata.
Sin embargo, esta modernización no fue bien vista en la época y en un Cataluña preindustrial fue percibida por los trabajadores como un enemigo de la clase obrera.
En la noche del 5 de agosto de 1835, en el contexto de la Primera Guerra Carlista, la fábrica fue incendiada.
En 1839, dentro de la empresa Bonaplata Hermanos, que formaría con sus hermanos José y Ramón, se trasladó a Madrid donde construyó su fábrica en un convento desamortizado.
En 1840 Narciso aceptó el ofrecimiento de dirigir una nueva fábrica en Sevilla y en la capital hispalense montó una fábrica en otro convento desamortizado, la de San Antonio, de fundición de hierro y cobre, situada entre las calles Torneo y San Vicente, y que fue la más importante de la ciudad hasta erigirse la de Hermanos Portilla White en 1857.
Su
fábrica produjo en 1850 los hierros del Puente de Isabel II, Puente de Triana, construido en 1852.
Además, Bonaplata creó en la ciudad una hilatura de lana que en 1861 contaría con 30 cardas, 810 husos y un pequeño tinte de algodón.
Sevilla cautivó al industrial y en 1846 decidió, junto con José María de Ybarra, realizar un certamen ganadero que, gracias a su éxito, consiguió en 1847 el privilegio de ser feria por parte de la reina Isabel II, siendo este el origen de la actual Feria de Abril de Sevilla.
La feria que salió de la mente de los industriales era una cita agrícola y ganadera en la que comprar y vender reses.
En realidad, la feria ganadera antecedía hasta la época de
Alfonso X El Sabio. La propuesta dictaba celebrarla anualmente en los días
19, 20 y 21 de abril.
La primera feria, tenía 19 casetas y se asentó
en el Prado
de San Sebastián, una zona baldía a las espaldas de la antigua
Fábrica de Tabacos, actual Rectorado de la Universidad de Sevilla.
El éxito fue tal que los comerciantes
reclamaron a las autoridades locales un incremento de presencia policial para ahuyentar el cante y el baile de
los sevillanos.
En 1859 las casetas destinadas a la diversión ya superaban en número a las de los comerciantes y llegaron los puestos de comida y atracciones, con lo que, el origen agrícola y ganadero quedó en una mera anécdota, y sus artífices, se opusieron a que dejase de ser un mercado comercial de negocios ganaderos.
Por ello, Cristina Ybarra refiere que su tatarabuelo, indignado por la degeneración que había tomado su idea, llegó a enviar un escrito en el que denunciaba que la feria poco tenía que ver con la que en origen se fundó.
Pero tras varias décadas de funcionamiento apoyaron el
nuevo espíritu dado a la misma por los sevillanos.
Narciso Bonaplata falleció en Sevilla, en su casa de la calle Armas, 35 (actual Alfonso XII), el 12 de noviembre de 1869 y fue enterrado en el Cementerio de San Fernando y posteriormente sus restos fueron trasladados al sevillano Hospital de San Lázaro, donde reposan en la actualidad. Sus descendientes viven actualmente en Sevilla y Madrid.
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