RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas
San Diego de Alcalá.´
San Diego de
Alcalá nació a comienzos del siglo XV, hacia el año 1400, en el seno de una
familia humilde del pueblo de San Nicolás del Puerto, en plena Sierra Morena,
al norte de la actual provincia de Sevilla. Sus padres, de profunda fe
cristiana, le pusieron el nombre de Diego, derivado de Santiago, patrón de
España.
Desde joven se
sintió llamado a la vida de oración y penitencia. Inició su camino espiritual
como ermitaño en la capilla de San Nicolás de Bari, en su localidad natal, y
más tarde en el eremitorio de Albaida, donde recibió formación espiritual de un
sacerdote ermitaño. Allí aprendió el valor de la oración, la meditación y una
tierna devoción a Cristo crucificado.
Para
mantenerse, se dedicaba a trabajos sencillos, como recoger leña, destinando lo
que obtenía a socorrer a los pobres. Su caridad atrajo la generosidad de muchos
vecinos, que comenzaron a llevarle limosnas para distribuir entre los
necesitados.
Confirmada su
vocación religiosa, ingresó en el convento franciscano de la Arruzafa (Córdoba),
hoy desaparecido y en su lugar se encuentra el Parador de la Arruzafa, donde
profesó como hermano
lego en la rama observante de la Orden de los Frailes Menores.
Posteriormente
vivió en distintos conventos andaluces, como los de Úbeda, Sevilla y Sanlúcar
de Barrameda, en los que ejerció oficios humildes —portero, hortelano o
limosnero— y donde se difundieron noticias de milagros atribuidos a su
intercesión, como curaciones con el aceite de una lámpara que ardía ante la imagen de
Nuestra Señora de la Antigua en la cercana iglesia catedral o la
resurrección de un difunto por contacto con una prenda suya.
En 1441 fue
enviado como misionero a Fuerteventura (Islas Canarias),
al convento de Arrecife. Allí ejerció de portero y, de manera excepcional, sus
superiores lo nombraron superior (guardián) de la comunidad, a pesar de ser
lego. Junto con fray Juan de Santorcaz se le atribuye el hallazgo de la imagen
de la Virgen de la Peña, hoy patrona de la isla.
De regreso a la
península en 1449, participó en la peregrinación franciscana a Roma con motivo
del Jubileo de 1450 y la canonización de San Bernardino de Siena. Durante una
epidemia que asoló la ciudad, colaboró activamente en la enfermería improvisada
en el convento de Araceli, cuidando a los enfermos durante varios meses
En 1456 se
trasladó al convento de San Francisco de Santa María de los Ángeles, en Alcalá de Henares,
donde permaneció los últimos siete años de su vida dedicado a la portería y al
huerto, en una vida de humildad, oración y servicio. Falleció el 13 de noviembre de 1463.
Su tumba pronto
se convirtió en lugar de peregrinación, y numerosos milagros fueron atribuidos
a su intercesión. Fue canonizado por el papa Sixto V el 10 de julio de 1588.
Desde entonces, su festividad se celebra el 13 de noviembre. Sus restos se
veneran en la Catedral de Alcalá de Henares, conservados en una urna de plata
del siglo XVII, donde su cuerpo incorrupto es expuesto cada año en su fiesta.
Milagros
En el proceso
de canonización de San Diego de Alcalá, la Sagrada Congregación de Ritos aprobó
seis milagros, entre los cuales el más célebre fue la curación del príncipe don Carlos,
hijo de Felipe II.
En 1562,
mientras estudiaba en Alcalá de Henares, el joven príncipe sufrió una grave
caída por las escaleras del Palacio Arzobispal, golpeándose fuertemente la cabeza.
Los médicos lo desahuciaron, pero Felipe II mandó trasladar el cuerpo
incorrupto de fray Diego hasta las cámaras reales para implorar su intercesión.
Poco después, el príncipe cayó en un profundo sueño y despertó recuperado,
hecho considerado milagroso y difundido incluso por Lope de Vega en sus
escritos.
Otro prodigio
muy popular es el conocido como el “Milagro de las rosas”. En una
ocasión, al ser reprendido por su guardián por llevar en el hábito pan
destinado a los pobres, fray Diego mostró su carga y, ante la sorpresa de
todos, los mendrugos de pan se habían transformado en rosas frescas, fuera de
tiempo de floración.
También
se narra el milagro
del horno: durante una visita a Sevilla, un niño que se había
dormido dentro de un horno encendido salió ileso gracias a la oración del
fraile.
Además,
se le atribuyen intercesiones a favor de marineros y viajeros, que
aseguraban haber sido librados de naufragios y peligros invocando su nombre.
Ya en el
convento de Alcalá de Henares, fray Diego fue recordado por el milagro de la multiplicación de los alimentos,
pues nunca faltó comida para los pobres que acudían en busca de ayuda, a pesar
de la escasez de recursos del convento.
Un ciego
recobra la vista. Se le
devolvió la visión a un hombre ciego que acudió a la tumba del santo con fe.
Una niña de
ocho años curada. La
pequeña, aquejada de una grave enfermedad considerada incurable, sanó de manera
instantánea tras encomendarse al santo.
Curación de un
tullido. Un
hombre impedido, que no podía valerse por sí mismo, recuperó el uso de sus
miembros al pedir la intercesión de San Diego.
Un religioso
sanado de enfermedad grave. Un
fraile franciscano que sufría una dolencia mortal fue restablecido contra todo
pronóstico médico.
Resurrección de
un niño. Un niño
muerto volvió a la vida por la intercesión del santo, hecho atestiguado y
aprobado como milagro auténtico.
El
propio santo, siempre humilde, atribuía estas maravillas no a sus méritos, sino
a la intercesión de la Virgen María.
Representación iconográfica
San
Diego de Alcalá suele representarse joven e
imberbe, a pesar de haber vivido hasta unos sesenta años.
Sus
atributos más característicos son:
Las llaves,
recuerdo de su oficio como portero y también como cocinero en el convento.
El escapulario usado como delantal, que aparece
lleno de flores, evocando el conocido Milagro de las rosas.
La cruz de madera, que
llevaba siempre consigo y a la que se abrazaba con fervor, símbolo de su amor
por Cristo crucificado.
En ocasiones
también se le muestra acompañado de pobres o enfermos, para subrayar su
espíritu de caridad y servicio.
Museo del Prado
El franciscano san Diego de Alcalá (1400-1463) acostumbraba a
coger pan de la mesa de su convento para dárselo a los pobres. Sorprendido por
el guardián del recinto, que pidió ver lo que llevaba oculto en el hábito, el
santo respondió que eran rosas y milagrosamente los panes se convirtieron en
flores. Es probable que Zurbarán, recién instalado en Madrid, pintase esta
obra, con figuras monumentales de formas bien definidas, para el ático de un
retablo dedicado al santo en el convento del mismo nombre de Alcalá de Henares.
Las pinturas de la capilla costeada por el
banquero español Juan Enríquez de Herrera en
la iglesia de Santiago de los Españoles reproducen
escenas de la vida de san Diego de Alcalá,
franciscano andaluz fallecido en 1463 y canonizado por Sixto V.
Iglesia de san Antonio Abad (Hermandad del Silencio)
Sobre la portada del siglo XVIII, se sitúa
una hornacina con una pintura de San Diego de Alcalá, recuerdo del
promotor de los franciscanos de san Diego que residieron en este convento.
Hornacina con San Diego
de Alcalá
La entrada al templo está precedida
por un pórtico sostenido por columnas de mármol blanco. En la
parte superior de la portada hay una pintura de fray Diego de Alcalá.
Pintura de fray Diego de Alcalá
Iglesia del Convento de San
Antonio de Padua
En la nave derecha de la Epístola, en el crucero, el retablo
neoclásico de la Inmaculada, flanqueada por esculturas de San Diego de Alcalá y
San Francisco.
Retablo de la
Inmaculada
San Diego de Alcalá
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