RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires
Madre Dolores Márquez.
Calle Madre Dolores Márquez (ver)
Dolores
Márquez Romero de Onoro nació en Sevilla en 23 de diciembre de 1817 y fue bautizada
en la misma pila bautismal que Diego de Silva y Velázquez en la Iglesia de san
Pedro.
Se crio en el seno de una familia de terrateniente por
lo que recibió una educación esmerada en todos los órdenes, con un gran
componente de educación cristiana.
Su
padre, Alonso Márquez Lechuga, juez liberal y constitucionalista, fue
desterrado a Portugal en una de las múltiples guerras entre carlistas e
isabelinos, en que abundó el siglo XIX.
A su
vuelta de Portugal, siguió bajo control policial hasta que fue repuesto como
secretario del Ayuntamiento de la Puebla de los Infantes.
A la
muerte de su madre, Catalina Romero de Onoro y Lora, a pesar de su corta edad,
11 años, tuvo que asumir la responsabilidad de ser “La Señora de la Casa”.
La
reposición de Don Alonso a antiguos cargos en el Registro Civil de Sevilla,
devuelve a la familia a Sevilla. Pero, una larga enfermedad, que consume los
recursos económicos familiares, acabará con la vida del padre, y con sus tres
hermanas se traslada a Constantina, bajo la protección de la familia materna,
que se hará cargo de ellas.
Su
hermana menor fallece con 20 años, las otras dos hermanas se casan, y ella se
queda al cuidado de sus tíos, ya ancianos, ocupándose de ellos hasta el final
de sus vidas.
Durante este tiempo, que abarca veinte años de su vida,
comparte su vida familiar con la participación en la “Escuela de Nuestra Señora
de los Dolores”, establecida en Constantina, y de la que es miembro activo
hasta un año después del fallecimiento de la última de sus tíos.
Tras un año de soledad solicita entrar en el convento
de Carmelitas Descalzas de Sevilla, pero a través de su amiga de la infancia,
Doña Josefa Blanco, conoce al joven sacerdote Don Francisco García Tejero y
comienzan a acoger y formar a jóvenes que deseaban abandonar la prostitución,
dando así origen a la Congregación de Religiosas Filipenses Hijas de María
Dolorosa, fundada el 22 de julio de 1859, y con la aprobación civil por la
reina Isabel II en 1871.
Madre María de los Dolores Márquez y Oñoro (CC BY 3.0)
Padre Francisco García Tejero (CC BY 3.0)
La
revolución “gloriosa” (ver) de 1869,
expulsará a los Sacerdotes del Oratorio de San Felipe Neri de Sevilla (congregación
a la que pertenecía el Padre García Tejero), y la Congregación se instala en el
convento de Santa Isabel (ver).
De ese modo, desde 1869 el convento de santa Isabel pasa a
estar regentado por la Congregación de Religiosas Filipenses Hijas de María
Dolorosa y de San Felipe Neri, fundada en 1859 por Dolores Márquez
Guerrero y Onoro, y el sacerdote Francisco García Tejero.
En este
convento va a llevar a cabo los tres principales apostolados que el Espíritu
Santo ha manifestado debe realizar la Congregación: la acogida y formación de
las jóvenes arrepentidas (levantar al caído), la apertura del primer colegio
gratuito existente en Sevilla (prevenir) y la apertura de una casa de
Ejercicios Espirituales para mujeres (acompañar). Siendo pioneras en las tres
actividades.
Sin olvidar,
que esta obra de acogida de mujeres prostituida por parte de la Congregación
(mujeres totalmente malditas en la puritana sociedad sevillana del siglo XIX)
la había comenzado junto Rosario Muñoz (catequista), en una casa del barrio
Santa Cruz. Rosario y la madre Dolores llegaron a ser confundidas, en
ocasiones, con las arrepentidas, y apedreadas en las puertas y ventanas de lo que
algunos pensaban que era una nueva casa de citas.
Durante
veinte años regirá la Congregación que se extenderá por otras capitales y
ciudades andaluzas como Jerez de la Frontera, Córdoba, Antequera, Málaga, y
Cádiz. Pero, diferentes opiniones en cuanto a la manera de dirigir la
congregación ocasionaron que, en 1889, Madre Salud Rubio y Sedor fuera elegida
“Prepósita”, superiora de la Congregación y ella fuera enviada a Málaga
En 1890,
el obispo de Sevilla ordenó su traslado a la Casa Madre de la Congregación,
pues “una fundadora no puede estar sino en la Casa Madre”, pero, las religiosas
la recluyen en un cuarto trastero (que llamaban “De profundis” por estar
situado sobre el cementerio de las monjas sanjuanistas que vivieron
anteriormente en el convento), en el que instalan una cama para ella sin sacar
los “trastos”.
Apartada
del cargo y relegada a la penumbra, sufre amando siempre a sus hermanas y
acogidas, y muere con ochenta y siete años de edad, el 31 de julio de 1904
El Santo
Padre Benedicto XVI ha firmado el decreto por el que se la reconoce Venerable y
está incoado su proceso de beatificación.
Actualmente el convento sigue manteniendo sus tres funciones principales de acogida a mujeres y niños (especialmente en situación de maltrato o de niños tutelados por la Junta de Andalucía), educativa (con el colegio adjunto que imparte educación primaria y secundaria) y la función espiritual como centro de encuentro y celebraciones. Históricamente, han realizado labores de bordados de ornamentos sagrados, pero desgraciadamente esta actividad se ha perdido por el envejecimiento de la comunidad, además, cada día las monjas donan bocadillos a los necesitados que vienen a las puertas del convento.
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