AREA DE TORNEO-GOLES
Plaza de Puerta Real
El elemento fundamental de esta plaza es la
puerta de Goles.
Al menos desde 1487 está documentado el
topónimo Puerta de Goles, aunque este término se usaba genéricamente desde el
siglo XIII, a raíz de la Reconquista de la ciudad, para
nombrar a todo el sector o barrio contiguo a dicha puerta, así llamada por el
cortijo o alquería próxima, documentada en ese mismo siglo, pues en algunos
textos se habla de la “Carrera de Goles”.
Los historiadores Rodrigo Caro
y Peraza, apoyándose en una leyenda, atribuyen su origen a Julio Cesar,
considerando la denominación Goles
como una degeneración lingüística
del nombre Hércules,
personaje mitológico fundador de Sevilla a quien
estaría dedicada la puerta.
Quizás sea una derivación
de la palabra “Gules”, perteneciente al mundo de la heráldica, o tal vez de un
topónimo árabe, desde "BAB ER GOLES", pues esta puerta se considera que surgió
durante la ampliación del sultán Alí Ibn Yúsuf (1083-1143) y por lo tanto de la
época almorávide de la ciudad.
Tradicionalmente la Puerta de la Macarena era la usada habitualmente por los Reyes para entrar en Sevilla. En ella juraban acatar sus fueros, y por la calle Real continuaban hasta la Catedral y los Reales Alcázares.
Así lo hicieron Isabel I de Castilla (1477), Fernando II de Aragón (1508), su nieto Carlos I de España y la prometida de éste, Isabel de Portugal (1526), en relación con sus desposorios, celebrados en los Reales
Alcázares.
Sevilla en el siglo XVI era una ciudad rica y poderosa, y fue visitada en 1570 por el rey Felipe II.
El recibimiento al monarca fue acorde a su grandeza, y la ciudad fue profusamente engalanada con arcos triunfales, colgaduras, esculturas.
Durante su estancia se celebraron diversos
festejos, como cañas, toros, fuegos y otros regocijos.
Pero, en este caso, el rey llegó por el rio, pasó revista a la flota, y
entró en la ciudad bajo mazas, el día diez de 1570 por la Puerta de Goles.
La comitiva desfiló por la calle Armas (actual Alfonso
XII), más ancha y recta que las callejuelas de la Macarena, y con capacidad
para mayor cantidad de súbditos, llegando a la Catedral tras cruzar la
Plaza del Duque, calle de la Sierpe, Plaza de San Francisco, y calle de Génova.
Según su cronista, Felipe
II dedicó a Sevilla estas elogiosas palabras: ”El rey gozó de ver la ciudad grande,
hermosa, rica, noble, leal, aficionada a su príncipe, compuesta de lo mejor que
otras tienen, grandes Señores, ilustres Caballeros, Letrados, Mercaderes,
excelencia de artífices, de ingenio, templanza de ayre, serenidad de cielo,
fertilidad del suelo en todo lo que la naturaleza puede desear, el apetito
procurar, el regalo inventar, la gula demandar la salud y apetecer la
enfermedad. Sirvió al Rey para su viaje y casamiento con seiscientos mil
ducados por vía de empréstito, y juzgóla y estimóla leal, noble y poderosa”.
Desde ese momento se llamará Puerta Real, como hemos
comentado anteriormente, no
solo la puerta propiamente dicha, sino todo el espacio inmediato a ella, tanto
interior como exterior.
En 1624, el monarca Felipe IV visitó la ciudad y recuperó la tradición de ingresar por la Puerta de la Macarena, con lo que la entrada real, por la puerta de Goles, se realizó en una sola ocasión.
Esta puerta fue la tercera que se reformó en la
ciudad, detrás de la Puerta de la Macarena y de la Puerta de Jerez, en un proceso de remodelaciones de las puertas de acceso, por las que se
eliminabas las entradas en recodo para sustituirlas por otras frontales, y
realizadas con la estética imperante renacentista, más acorde con la importancia alcanzada por la ciudad.
Así, siguiendo lo ordenado por el Cabildo municipal en 1560, Hernán Ruiz II, que realizó el
cuerpo de campanas de la Giralda, por entonces
Maestro Mayor de la ciudad, diseñó y levantó la nueva Puerta, quizás de mejor
planta que las dos anteriores, pues al ser nueva pudo contar, con más
facilidades, para instaurar una nueva estética que luego se continuó en la Puerta del Arenal, comenzada en 1566, año en que se concluyó ésta de Goles.
La reconstrucción fue total, eliminándose todos sus aspectos
militares, y en su interior albergaba una capilla dedicada a la Virgen de las Mercedes y otra al Cristo de la Redención.
Los dibujos del célebre viajero romántico
Richard Ford, realizados en los años 1830 (desde el exterior) y 1832 (desde el
interior), son importantes documentos gráficos que se complementan con algunas
fotografías que nos permiten saber que era una de las puertas más airosas de la
ciudad. “Algo tendría de humana (escribe el novelista Manuel Ferrand) cuando al
desmontarla la llevaron al cementerio”.
Fue derribada en 1862, y en 1995 se llevaron a cabo obras en el lienzo de muralla existente, donde se señaló la antigua existencia de la puerta.
Un
azulejo, colocado sobre el trozo de muro superviviente, nos muestra la belleza
de esta Puerta después de la restauración de mediados del siglo XVI, y nos da
los datos históricos comentados: que su
nombre antiguo fue el de Goles, que el nombre de Puerta Real comenzó a partir
de 1570 y que fue derribada en 1864. También podemos ver una placa de mármol
que hace referencia al rey Felipe II.
Según algunas referencias documentadas, la primera
Puerta de Goles queda asociada en lo esencial a una simple torre, por lo que se
puede pensar que sería una torre-puerta con la tradicional entrada en recodo,
aunque algún estudioso cree que sería más bien una puerta protegida por una
torre.
Tenía una planta rectangular, y constaba de dos cuerpos, formando una construcción alta y robusta de trazado elegante, donde el hueco o vano quedaba ordenado a partir de elementos de orden clásico.
El cuerpo
superior quedaba rematado por un frontón que se decoraba en cada frente con un tondo (composición
pictórica realizada en forma de disco, y no en rectángulo como es tradicional).
En el interior las armas de la ciudad de Sevilla, y en el
exterior las del monarca reinante, Felipe II.
Todo el conjunto quedaba coronado con las clásicas
bolas y pirámides talladas en piedra que caracterizan las obras manieristas de Hernán Ruiz II.
El arco era de medio punto con la clave decorada sobre la que había una placa a cada lado, fechadas en 1565, año
de finalización de las obras.
La obra de cantería fue más importante en ésta que en
las Puertas de la Macarena o de Jerez, probablemente pensando en la fuerza de
los empujes del agua en las crecidas del río. Fue realizada, como era habitual en
Sevilla, con piedras traídas de las localidades gaditanas de El Puerto de Santa
María y Espera.
Gonzales de León la
describe como una puerta “sin vista por el exterior, porque el terreno que
ocupa esta tan bajo, que el campo inmediato está a nivel de la clave de su
arco, y por consiguiente cubre todo el claro de la puerta, no dejando más que
una, como calle, que forma cuesta para salir del terraplén al piso”.
Efectivamente, el bajo
nivel del terreno propiciaba acumulaciones de agua procedentes del vecindario,
del husillo y de las frecuentes avenidas del Guadalquivir.
En la parte exterior de
la puerta había un vertedero muladar formado por vertido de escombros y
basuras. Por dentro una fuente publica con agua procedente de la del Arzobispo.
Por la parte de fuera tenia adosada una escalera de mármol que permitía el acceso al arrabal de los Humeros.
En su frontal oeste estaba gravada la siguiente leyenda “Férrea
Ferrandus perfregit claustra Sibillae. Ferrandi, et nomen splendet , ut astra
polli”.
La puerta ha marcado
durante siglos la personalidad y las funciones de este espacio. Era continuo el
paso de carruajes y caballerías y el movimiento de personas hacia la zona del
rio. A pesar de la importancia de tal función, el sitio era sucio e insalubre,
porque, como hemos comentado, allí iba a parar uno de los grandes husillos de la
ciudad, que vaciaba en el rio, lo que en algunos momentos motivó la prohibición
de los baños (1743).
La pueda cerraba de noche
todavía en la primera mitad del XIX y también con motivo de epidemias, riadas,
etc.. aunque debían de quedar en ella guardas o vecinos “para los casos
urgentes que se ofrezcan en el barrio de los Humeros” (1839).
Son los habitantes de
este arrabal los que en 1802 “manifiestan que con causa de cerrarse la Puerta
Real a las oraciones del Ave María y abrirse a las seis de la mañana, están
careciendo de médico, cirujano, botica etc.. por lo cual suplican a la ciudad
se sirva acordar quede abierta toda la noche”.
Una vez derribada, el
espacio resultante entre las actuales Alfonso XII y San Laureano se rotuló
Plaza de Arjona, en homenaje a José
Manuel de Arjona y Cubas (1781-1868) (ver), asistente de
Sevilla (equivalente a lo que sería el Alcalde actual) e impulsor de
importantes reformas y mejoras urbanísticas de la Ciudad.
En 1875 vuelve a llamarse
plaza de la Puerta Real, nombre que sigue conservando desde entonces, aunque en
1931 hubo una propuesta, que no prospero, de suprimir del rotulo el apelativo
Real, llamándola simplemente “plaza de la Puerta”.
El topónimo Puerta Real
está todavía muy arraigado en el uso popular sevillano para nombrar no solo
esta plaza, sino en general toda la zona que históricamente ha gravitado en
torno a ella.
La plaza es un espacio
cuadrado de dimensiones medias, que asciende en ligera pendiente hacia San
Laureano y que hasta el derribo de la puerta en 1865 presentaba mayor
estreches.
En la acera oeste, esta la capilla de Nuestra Señora de las Mercedes, que mantiene la advocación, al menos desde el siglo XVII.
Su titular ha tenido históricamente mucha devoción entre los vecinos de los cercanos barrios de los Humeros, San Vicente y San Lorenzo, cuyas calles recorre procesionalmente.
En su lateral derecho presenta un azulejo de "Nuestra Señora de las Mercedes Coronada" donado por D. Gabriel Solís Pérez y D. Gabriel Solís Carvajal.
Como anécdota final, comentar que a partir de 1900 discurrió por la plaza el tranvía eléctrico, el famoso “tranvía de la Puerta Real”, como lo conocían los sevillanos, muy popular por su proverbial lentitud y su carácter familiar.
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