RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas
San Sebastián.
Nació en
Narbona (entonces parte del imperio romano, actualmente Francia) en el año
255-263, y se educó en Milán.
Era de una
familia noble y del mundo militar, y llegó a ser tribuno
de la primera cohorte de la guardia pretoriana, en la que era respetado por
todos y muy apreciado por el Emperador, que desconocía su cualidad de
cristiano, aunque no participaba en los sacrificios paganos.
Como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros y
también visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de su
religión.
Sebastián empezó a ser reconocido
públicamente como cristiano a partir del encarcelamiento de dos jóvenes, Marco
y Marceliano, a los que apoyó y animó, aunque terminaron siendo martirizados,
por no renegar de su fe cristiana.
Acabó por ser
descubierto y denunciado al emperador Maximiano (cogobernate del
Imperio con Diocleciano), y fue llevado
ante Diocleciano que le dijo: “Yo te
he tenido siempre entre los mejores de mi palacio y tú has obrado en la sombra
contra mí, injuriando a los dioses”.
El Emperador le obligó a escoger entre su condición militar y su fe religiosa, y, evidentemente eligió seguir siendo cristiano.
La pena ordenada por el Emperador era que
Sebastián fuera atado y cubierto de flechas en zonas no vitales del cuerpo
humano, de forma que no muriera directamente por los flechazos, sino que
falleciera al cabo de un tiempo, por el sangrado y los intensos dolores.
Efectivamente, los soldados, lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo
ataron a un árbol y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, abandonándolo
cuando ya estaba casi muerto.
Sus amigos al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana
romana, llamada Irene (viuda del funcionario mártir San Cástulo), que lo
mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó
restablecido.
Cuando Sebastián estuvo nuevamente
restablecido, se presentó ante el emperador, que lo recibió
totalmente desconcertado, pues creía que estaba muerto, y le reprochó
enérgicamente la persecución a que tenía sometido a los cristianos.
Maximiano ordenó que lo azotaran hasta morir (año 288-304), y arrojaran su cuerpo a un lodazal.
El cuerpo sin vida de San Sebastián fue
recogido por los fieles cristianos y sepultado en un cementerio subterráneo de
la Vía Apia romana, que hoy lleva el nombre de Catacumba de San Sebastián.
La veneración
a San Sebastián es muy antigua y está muy extendida. Es invocado contra la
peste y contra los enemigos de la religión, y además es llamado "el Apolo
cristiano", ya que es uno de los santos más reproducidos por el arte en
general.
Al Santo San
Sebastián se le consideró uno de los principales protectores contra la peste,
enfermedad que tradicionalmente se relacionaba con la lluvia de saetas, que un Dios
irritado lanzaba contra los hombres como castigo por sus pecados. Igualmente, se
contempla en la mitología griega, que describe a Apolo disparando flechas
infectadas con la peste sobre el campamento griego durante la Guerra de Troya.
En el siglo XIX, aunque puede que antes ya
se hiciera, empieza a interpretarse como un símbolo secreto del deseo
homosexual. Quizá el primero en popularizar esta idea fue el escritor irlandés
Oscar Wilde.
Pues, la vida de San Sebastián tiene
paralelismos con la de muchos homosexuales, en cuanto es un santo que se negó a
vivir escondiéndose (era un soldado romano que creía en Cristo). Decidió salir
del armario, defender públicamente su fe. Y fue torturado por ello. Como
ocurría con los gais, lesbianas, transexuales, intergénero o bisexuales, es
castigado por mostrarse tal como es. Por todo esto, San Sebastián representa no
solo a hombres homosexuales, sino también a todos aquellos que han sufrido por
su orientación sexual o por sentirse de un género distinto al que le asignaron.
Y en 2011, una asociación de gais cristianos pidió a Benedicto XVI que nombrara
a San Sebastián patrón del colectivo LGTBI.
La iconografía de San Sebastián es
amplísima. La representación más antigua data del siglo V, descubierta en la
cripta San Cecilia, en la catacumba de San Calixto.
Se
representan numerosas escenas de su vida, pero, sin duda alguna, la más
representada es su primer martirio, que muestra al santo atado a un árbol o a
una columna y con el torso y las piernas atravesados por flechas o saetas.
No se sabe nada sobre la
procedencia inicial de la pintura, ni los motivos por los que fue cortada,
aunque probablemente debió de producirse a finales del siglo XIX. La parte
superior fue donada al Prado en 1959 por la condesa de Mora y Aragón,
marquesa de Casa Riera, en honor de su padre, el marqués de Casa Torres. La
tela inferior fue dada a conocer en 1962, siendo comprada por el Prado en
1987.
En la
nave de la Epístola, se ubica el Retablo neoclásico de Santa Ana, la
Virgen y el Niño del siglo XVII, aparece flanqueada por San Sebastián, obra de
Hita del Castillo.
Retablo de Santa Ana
San Sebastián
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