ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA
Marqués del Duero.
Manuel
Gutiérrez de la Concha e Irigoyen nació el 3 de abril de 1808 en Córdoba de
Tucumán, entonces perteneciente al virreinato del Río de la Plata. Era hijo de
Juan Gutiérrez de la Concha, brigadier de la Real Armada, y de Petrona Irigoyen
de la Quintana, dama de linaje vasco. Durante los primeros choques entre
peninsulares y criollos, su padre fue ejecutado por las fuerzas insurgentes,
hecho que marcó profundamente a la familia.
En 1814, su
madre regresó a España con sus tres hijos. A los doce años, el 18 de julio de
1820, Manuel inició su carrera militar como cadete en el Primer Regimiento de
Reales Guardias de Infantería Española. Su progresión fue rápida: alcanzó el
grado de alférez en 1825 y el de teniente al año siguiente. En 1833 ingresó
como ayudante en la Guardia Real, y meses después se le confirió el
nombramiento de teniente coronel de Infantería.
Ese
mismo año estalló la Primera Guerra Carlista, a la que se incorporó
voluntariamente en el Ejército del Norte, iniciando su trayectoria bélica en la
acción de Durango. Su valentía en combate propició sucesivos ascensos: capitán
del 4.º Regimiento de la Guardia Real en 1834; teniente coronel mayor tras la
toma de Hernani y Urnieta en 1837; coronel de Infantería en 1838, tras
distinguirse en Belascoain. A comienzos de 1839 fue promovido a brigadier,
resultando herido en Cirauqui, por lo que recibió la Cruz de Comendador de
Isabel la Católica. El 8 de abril de 1840 obtuvo el grado de mariscal de campo,
como reconocimiento a su actuación en la ocupación del fuerte de Segura y en la
toma del castillo de Castellote, siendo nombrado comandante general de
Guadalajara, Cuenca y Albacete.
Cuando
Espartero apartó de la regencia a María Cristina de Nápoles en octubre de 1840,
Gutiérrez de la Concha solicitó licencia del Ejército. Ese mismo año firmó en
Bilbao las capitulaciones matrimoniales con María Francisca de Gasca y Tovar,
marquesa de Revilla y Aguilares y condesa de Cancelada y Lences.
El 7 de
octubre de 1841 participó en la conspiración contra Espartero, en el intento
fallido de asalto al Palacio Real, junto a Diego de León y otros oficiales.
Fracasada la acción, se exilió a Italia, donde residió cerca de Florencia hasta
mayo de 1843, dedicándose, entre otras actividades, al estudio de tácticas militares.
Tras la caída
de Espartero, el gobierno de Joaquín María López le ascendió a teniente general
y lo designó inspector general de Infantería. Ese mismo año inició también su
carrera política, obteniendo acta de diputado por Cádiz en las elecciones de septiembre
de 1843.
En enero de 1845 fue nombrado capitán general de
Cataluña y jefe del Ejército de esta región, cargo que ocupó hasta su
nombramiento como senador vitalicio el 15 de agosto de ese mismo año, según lo
previsto en la Constitución recién aprobada.
En 1847, ante
la grave inestabilidad política en Portugal, el Gobierno español decidió
intervenir enviando tropas al mando de Gutiérrez de la Concha para apoyar a la
reina María de la Gloria frente a las pretensiones del conde das Antas. Por esta
actuación recibió el título de marqués del Duero, con Grandeza de España.
Volvió de nuevo a las armas en 1874 incorporándose como jefe del
ejército del Norte en sustitución de Serrano. Conseguida la
pacificación de Cataluña, el Gobierno le elevó a la categoría de capitán
general de los Ejércitos nacionales en 1849. Esta vez su estancia en Barcelona
sería relativamente larga, puesto que se prolongaría hasta junio de 1851 en que
cesó a petición propia.
A finales de
la legislatura de 1850 a 1851 fue Vicepresidente del Senado, y a comienzos de
enero de 1854, el Gobierno tenía la sospecha de que el marqués del Duero
conspiraba para derrocarlo y por ello fue desterrado a Canarias.
En 1858 asumió
por primera vez la presidencia del Senado. Poco después, con motivo de la
guerra de África, se le confió la jefatura del Primer Ejército, aunque no
participó personalmente en el frente, ocupándose de la Junta Consultiva y de
otros organismos del Ministerio de la Guerra.
Con la
proclamación de la Primera República, en febrero de 1873, se reavivó el
conflicto carlista en el Norte y Levante. Tras levantar el sitio de Bilbao el 2
de mayo de 1874, se dirigió hacia Estella, centro de operaciones carlistas.
Mientras preparaba nuevas acciones, murió el 27 de junio de 1874 en Monte Muru,
alcanzado por una bala perdida.
Muerte del marqués del Duero (ver) CC BY 3.0)
A lo largo de
su trayectoria recibió numerosas distinciones, entre ellas varias Cruces de San
Fernando de 1.ª Clase, la Gran Cruz de Carlos III, la Gran Cruz de Isabel la
Católica, el Collar y la Gran Cruz de la Orden Portuguesa de la Torre y la
Espada, el Collar del Toisón de Oro, la Gran Cruz de San Hermenegildo y la
Legión de Honor. En 1874 se le concedió la Gran Cruz de la Orden Militar de San
Fernando, con pensión vitalicia transmisible a sus descendientes.
Mausoleo del marqués del Duero. Panteón de Hombres Ilustres. Madrid. (ver) (CC BY 3.0)
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