RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Poetas
Juan de Arguijo.
Juan de
Arguijo nació en Sevilla el 9-9- 1567 en la collación de San Andrés, en una de
las casas que conformarán su futura residencia. Hijo de Gaspar de Arguijo
y Doña Petronila Manuel.
Su familia
poseía una gran riqueza, sustentada por el tráfico de esclavos y el comercio
con Honduras.
Juan de
Arguijo estudió en el colegio de la Compañía de Jesús de Sevilla (1576-1580),
manteniéndose muy vinculado a la orden jesuítica durante el resto de su vida
Gracias a la
preeminencia social y económica que había alcanzado la familia ostentará cargos
y honores públicos como veinticuatro de la ciudad hispalense en 1590, cuyo
cargo cederá a Juan de Zuñiga, como procurador de las Cortes en 1598 tras la
muerte de Felipe II y Llavero Mayor de la Ciudad (encargado del depósito de
grano) en 1592.
A finales de 1584, fue casado con la
hija de Esteban Pérez, socio y amigo de su padre.
Al fallecer su padre en 1593, heredó un extenso patrimonio
entre los que se encuentra la Casa de Arguijo, ya entonces un amplio espacio fruto
de la adquisición de los inmuebles aledaños a la residencia inicial, y en la
que invirtió una gran fortuna, hacia 1601, convirtiéndola en Casa-Palacio donde
amparaba a poetas y artistas y acogía una restringida tertulia o Academia.
Diseñó el programa iconográfico de la pintura del techo de la sala de la
biblioteca, techo que se conserva actualmente en el palacio de Monsalve.
Pintores, eruditos, poetas asistirían a su academia,
allí podía encontrarse a Fernando de Herrera que, junto con Francisco de Medina
y Francisco Pacheco el canónigo, dirigía la elite intelectual sevillana.
Estas
reuniones o tertulias no tenían “una periodicidad fija, ni actas, ni otros reglamentos” como
apunta Vicente Lleó en su discurso de entrada en la Academia de Buenas Letras
de Sevilla y, la Casa de Arguijo debió ser una de las sedes de esta tertulia,
como también lo fue la del pintor Pacheco o la del III Duque de Alcalá,
Fernando Enríquez de Ribera, en la Casa de Pilatos.
La obra
más sobresaliente, de Arnicio, sobrenombre poético con el que era conocido en
su círculo literario, serán sus sonetos y poesías que, como era habitual en la
época, quedaron inéditos.
Una recopilación de sus sonetos fue publicada por
primera vez en 1841 por Juan de Colón, que reunió 61 de los 100 poemas que
compuso a lo largo de su vida.
Entre sus
sonetos es muy conocido el que dedicó a la vihuela, instrumento que debió tañer
con mucho arte en las tertulias del momento, ya que era un reputado músico y
cantante.
En vano os apercibo,
dulce
instrumento mío,
si templar mi
dolor con vos pretendo;
y la grandeza
de mi mal ofendo,
si alentado
confío
que pueda el
corto alivio que recibo
con vuestro
blando acento,
de mi antiguo
tormento
en la memoria
introducir olvido
¿Sois por
ventura la famosa lira
del que al
mar arrojado
supo aplacar
su ira?...
Pero
dilapidó su fortuna en lujos y su gran actividad como mecenas y donaciones
piadosas, junto a la situación económica del momento con un fuerte retroceso
del comercio americano.
Así, tras el ataque y saqueo de Cádiz
en 1596, por parte de los ingleses, costeó personalmente la reconstrucción del
Colegio jesuita y en 1597 cedió su sueldo de veinticuatro al colegio de san
Hermenegildo, institución a la que pagó 1500 ducados anuales, rentre 1600 y
1603, para ser reconocido como fundador.
Igualmente,
el13 de octubre de 1599 gastó una gran suma para recibir, en su finca de
Tablantes, cercana a Sevilla, a la marquesa de Denia, esposa del Duque de Lerma.
La pérdida de
su fortuna le obligó a vender al colegio de san Hermenegildo una finca de
Utrera y en abril de 1605 pesaban varias hipotecas sobre el cortijo de
Tablantes. En agosto de 1605 fueron embargados sus bienes y en diciembre de
1606 fue vendida en subasta pública su Casa-Palacio, y para evitar la cárcel se
acogió, hacia 1608 o 1609, en la casa profesa de los jesuitas sevillanos. En este lugar será sepultado a su muerte en
1622, en la capilla de la Concepción propiedad de la familia. Una losa de
mármol blanco con el escudo de los Arguijo da testimonio de ello.
Caído en
desgracia, su amigo Lope de Vega siguió manteniendo con él una relación asidua,
dedicándole en el libro IX de su Jerusalén Conquistada, los siguientes versos:
"Aquel
cuya virtud jamás vencida,
En la persecución
acrisolada,
Mostró tantos
quilates en la vida
Que la piedra
dejó toda dorada,
Aquél más
excelente en la caída
Que estuvo en
la fortuna levantada,
Si no es D.
Juan de Arguijo sevillano
Es la misma
virtud en velo humano"
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