lunes, 10 de noviembre de 2025

 AREA MUSEO

Museo de Bellas Artes.

Sala III

Esta sala ocupa las antiguas bodega y despensa del convento. En ella se han instalado esculturas, relieves y tablas procedentes de retablos de los conventos e iglesias sevillanos desamortizados, algunos casi completos, así como lienzos de pintura sevillana de finales del siglo XVI y principios del XVII.

Vista general de la Sala III
Vista general de la Sala III

El Renacimiento final en Sevilla

A fines del quinientos el auge económico motivó en la ciudad una gran actividad artística que, hasta entonces había sido dominada por artífices procedentes de Europa. El sevillano Luis de Vargas introdujo entre los pintores locales la interpretación libre del estilo renacentista que aprendió en Italia. En torno a él se formó un grupo de pintores, entre los que sobresale Pedro de Villegas, que extendió esta estética renovadora, que también afecto a la escultura, y que se denominó Manierismo.

Los pintores Alonso Vázquez y Francisco Pacheco, formados en ese ambiente de renovación artística, destacaron en Sevilla durante los últimos años del siglo XVI. Su producción también estuvo influida por los artistas italianos llegados a Madrid para la decoración del Escorial y por las directrices del concilio de Trento. La carrera de Vázquez se interrumpe en Sevilla al marchar a Méjico en 1603, mientras que Pacheco declina paulatinamente su actividad artística, dejando paso a jóvenes pintores y a nuevos modos de entender el arte. Ambos realizaron la serie de la vida de san Pedro Nolasco para este edificio siendo convento de la Merced. (Web Museo de Bellas Artes de Sevilla).

San Pedro Nolasco se embarca para redimir cautivos. Pacheco, Francisco. Hacia 1605. Óleo sobre lienzo. 195 x 255 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. 

Pertenece a la serie encargada por fray Juan Bernal, en nombre de la Merced Calzada, a Francisco Pacheco para la decoración del claustro grande de su convento en Sevilla (actual sede del Museo de Bellas Artes).

Un marinero intenta llevar en brazos a san Pedro Nolasco hasta una barca en la que se halla otro monje mercedario, quizás fray Bernardo de Corberá junto al baúl en que se guarda el montante dedicado a la liberación de los cautivos. 

Marinero que intenta llevar en brazos a san Pedro Nolasco

Fray Bernardo de Corberá junto al baúl

En el ángulo izquierdo, un niño mira al espectador y sostiene una bolsa alusiva al dinero necesario para pagar los rescates. 

Un niño que sostiene una bolsa

La composición se completa con un fondo de paisaje marítimo en el que se dibuja el perfil de la costa con algunas construcciones y varias embarcaciones.

Aparición de la Virgen a san Ramón Non Nato. Pacheco Francisco. Hacia 1605. Óleo sobre lienzo. 207 x 250 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala III. Procede del Convento de la Merced Calzada de Sevilla tras la desamortización de 1840.

Esta obra es la primera de la serie de pinturas, realizadas por Pacheco y Alonso Vázquez, sobre la historia de la orden mercedaria que decoró el Claustro Grande del convento de la Merced de Sevilla.

En ella, se narra una escena de juventud del santo (ver) ocurrida mientras cuidaba un rebaño de ovejas, labor que al parecer le fue encomendada para que se olvidase de sus inclinaciones religiosas. Cuando rezaba, la Virgen de la Merced se le apareció en las cercanías de la ermita de san Nicolás, en tanto un ángel le cuidaba el ganado.

Detalle de los ángeles cuidando el rebaño

Estas apariciones se repitieron en otras ocasiones y, en la última, la Virgen de la Merced pidió a san Ramón que ingresara en su Orden, en la que estaba llamado a ser uno de los más importantes pilares.

Detalle de san Ramón

Detalle de la Virgen de la Merced

Pacheco concibió la escena de forma global, uniendo una de las visiones del santo y la representación, en la parte superior derecha del lienzo, del momento en el que san Ramón recibe, en la ermita de san Nicolás, el hábito de la Orden de la Merced. 

Detalle de la parte superior derecha del cuadro

Cabeza de san Juan Bautista. Núñez Delgado, Gaspar. 1591. Arcilla policromada. 20 x 35 20 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Procede de la donación de Mercedes González Nandín en 1980

Escultura que muestra, gracias a la perfección del modelado, un magnífico estudio anatómico de una cabeza llena de patetismo.

De factura realista, se revelan detalles naturalistas como la boca entreabierta, en la que se aprecian los dientes, el paladar y la lengua, o el corte en el cuello que deja ver toda la musculatura y las venas.

Por otra parte, el ensortijamiento de los rizos, realizados con detalle y llenos de fuerza, a la manera clásica, nos sitúan la obra en los albores del Barroco (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).   

Detalle

Núñez Delgado estuvo activo en Sevilla entre 1581 y 1606, donde era discípulo de Jerónimo Hernández y maestro de Martínez Montañez. Esculpió en madera, barro y marfil. Su estilo manierista muestra una clara transición hacia el realismo que se desarrollaría completamente más adelante con la llegada del barroco.  

San Pedro Nolasco despidiéndose de Jaime I el Conquistador. Alonso Vázquez. 1601. Óleo sobre lienzo. 208 x 250 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Procede de Desamortización de 1840 del Convento de la Merced Calzada de Sevilla.

Alonso Vázquez fue una de las figuras destacadas de la escuela sevillana del último tercio del siglo XVI, vinculado al manierismo. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, aunque, según Palomino, debió de nacer en Ronda hacia 1540. Tampoco se sabe con certeza quién fue su maestro, aunque Ceán Bermúdez sugiere que pudo formarse con Antonio de Arfián. La primera noticia documentada sobre su actividad aparece en 1590, cuando ya se hallaba en Sevilla, aunque probablemente residía allí desde años antes. En 1603 viajó a México para trabajar al servicio del virrey, el marqués de Montesclaros, y se sabe que falleció en el Nuevo Mundo hacia 1608.

En 1600, Alonso Vázquez y Francisco Pacheco firmaron un contrato con el convento de la Merced de Sevilla, actual sede del Museo de Bellas Artes, para realizar una serie de lienzos destinados a la decoración del claustro principal. Estas obras narraban episodios de la vida de San Pedro Nolasco y de San Ramón Nonato. De las pinturas realizadas por Vázquez se conservan dos: San Pedro Nolasco redimiendo cautivos y San Pedro Nolasco despidiéndose de Jaime I el Conquistador.

En esta última obra, la escena principal, situada en el ángulo superior izquierdo del lienzo, muestra el momento en que San Pedro Nolasco se despide del rey Jaime I, cofundador y estrechamente vinculado a la Orden de la Merced.

Detalle de San Pedro Nolasco y Jaime I

Al fondo se distingue un paisaje marino con un puerto idealizado, tal vez evocación de alguna de las ciudades conquistadas por el monarca.

Detalle del paisaje marino

En el plano inferior, a la derecha, dos personajes se hallan ante una larga mesa cubierta por un tapete rojo, sobre la que reposan documentos y cofres, como si estuvieran cerrando un acuerdo.

Detalle de los dos personajes

En primer término, en el ángulo inferior derecho, aparece un grupo de robustos cargadores, semidesnudos y de poderosa anatomía, que se disponen a embarcar bajo la supervisión de un fraile mercedario, quizá el propio San Pedro Nolasco, que parece dirigir la operación con energía y determinación.

Detalle del santo mercedario y un niño con libros

Detalle de los porteadores

La composición combina el interés narrativo con un marcado dinamismo y una cierta rudeza en las figuras, características propias del estilo manierista que cultivó Alonso Vázquez en los últimos años del siglo XVI.

San Pedro Nolasco redimiendo cautivos. Alonso Vázquez. 1601. Óleo sobre lienzo. 206 x 250 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Procede de la Desamortización de 1840 del convento de la Merced Calzada de Sevilla

La escena representa una de las redenciones realizadas por San Pedro Nolasco en el norte de África y exalta el papel de la Orden de la Merced como institución dedicada a la liberación de cautivos. La composición se organiza en tres planos diferenciados.

En el ángulo superior izquierdo, en un segundo término, se desarrolla una escena secundaria que muestra el momento en que el santo negocia el rescate. 

El santo negocia el rescate

La acción principal ocupa el centro del lienzo, donde San Pedro Nolasco y un sarraceno aparecen tratados con gran solemnidad y rasgos idealizados.

San Pedro Nolasco y un sarraceno 

San Pedro Nolasco

Detalle de San Pedro Nolasco

Sarraceno 

Detalle del Sarraceno 

 En la parte inferior izquierda se sitúa el grupo de cautivos, completando la narración visual. (Adaptado de la web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).

Grupo de cautivos 

Santo Domingo de Guzmán. Francisco Pacheco. Hacia 1605-1610. Óleo sobre tabla. 109 x 37 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Procede del Convento de Monjas de Pasión de Sevilla, tras la Desamortización de 1869. 

Esta pintura, como la de San Francisco de Asís, procede de los laterales del retablo de la nave del Evangelio de la iglesia de las Monjas de Pasión de Sevilla. Santo Domingo de Guzmán (ver) aparece representado sobre fondo neutro, con el hábito de dominico y la tonsura monacal. En la mano derecha porta un ramo de azucenas y en la izquierda el libro de la Regla cerrado que apoya en su cuerpo.  (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).

San Francisco de Asís. Pacheco, Francisco. Hacia 1605-1610. Óleo sobre tabla. 56 x 29 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala III. Procede del Convento de Monjas de Pasión tras la desamortización de 1869

Esta pintura, como la de Santo Domingo de Guzmán, procede de los laterales del retablo de la nave del Evangelio de la Iglesia de las Monjas de Pasión de Sevilla.

Pacheco representa a San Francisco de Asís (ver), santo fundador de los franciscanos, de pie, con los estigmas, tal y como lo describen sus biógrafos, y la llaga en el costado, vistiendo el hábito capuchino, el sayal ceñido a la cintra por el cíngulo, y con su atributo más habitual: el crucifijo en las manos, al que dirige su mirada. (Leer más)

Desposorios Místicos de santa Inés. Francisco Pacheco. 1628. Óleo sobre lienzo. 169 x 124 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala III. Adquisición del Estado en 1972. Procede de la Capilla del Santísimo de la Iglesia del Colegio de san Buenaventura de Sevilla


Amador de los Ríos mencionó en 1844 esta obra de Francisco Pacheco (ver) como parte de la colección de Julián Williams, vicecónsul británico en Sevilla, donde todavía se conservaba en 1886, según Asensio. Investigaciones más recientes, como las de Navarrete, proponen su procedencia de la capilla de la Sangre de la iglesia del Colegio de San Buenaventura, basándose en la correspondencia del conde del Águila publicada por Carriazo en 1929.

De 1628 data esta pintura, firmada y fechada por el propio artista, y de un año anterior es el dibujo autógrafo que sirvió como base para su composición. El lienzo conservado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla inspiró otra versión hoy desaparecida, incluida por Bassegoda en el catálogo del pintor, una Aparición de la Virgen a un santo franciscano, firmada y fechada en 1629, cuya disposición es semejante y donde la figura de la Virgen resulta casi idéntica a la de esta obra. Navarrete ha señalado también la afinidad de esta Virgen con otra pequeña tabla, hoy en colección particular madrileña y fechada hacia 1610, lo que revela el modo de trabajo del maestro, que solía repetir composiciones que consideraba logradas.

El conocimiento que Pacheco tenía de la iconografía de Santa Inés de Asís (ver), descrita en el “Flos sanctorum de Pedro de Ribadeneyra, se manifiesta en su tratado “El arte de la pintura, donde reproduce casi literalmente la descripción del cordero, atributo identificativo de Santa Inés, que debía ser “más blanco que la nieve”.

El tema del casamiento místico con Cristo hunde sus raíces en la espiritualidad medieval. En las hagiografías, las vírgenes consagradas, como Santa Inés, eran presentadas como esposas de Cristo por su renuncia al mundo. Esta iconografía se asemeja a la de Santa Catalina de Alejandría, con la que la obra fue confundida durante siglos, hasta que Valdivieso y Serrera identificaron el cordero a los pies de la santa como el signo inequívoco de su verdadera identidad.

Así, en esta escena se representa el momento simbólico en que Inés se entrega a Dios, mediante unos desposorios místicos materializados en un anillo de oro que el Niño Jesús, sentado en el regazo de su madre, ofrece a la santa, como símbolo y ejemplo de la unión íntima de su alma con Dios.

El Niño Jesús entrega el anillo de oro a santa Inés, a sus pies el cordero simbólico


Detalle

Detalle del anillo

Detalle del cordero


Al igual que en la iconografía de santa Catalina de Alejandría, la santa aparece vestida con ricos ropajes y adornos que reflejan la moda de la Sevilla del siglo XVII, acercando la imagen al espectador y realzando su dignidad.

Se trata de una de las obras más notables de Pacheco conservadas en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. El pintor consigue transmitir una atmósfera íntima y devota mediante detalles naturalistas: el suelo cubierto de flores blancas, símbolo de pureza; la palma del martirio; el salterio abierto con la página marcada; y la pequeña silla claveteada en terciopelo rojo. Toda la escena está envuelta en una intensa luz que transforma el ambiente doméstico en un espacio espiritual, subrayando la dimensión divina del suceso. (Adaptado de la web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).

Inmaculada. Alonso Vázquez. Hacia 1590. Óleo sobre lienzo. 268 x 206 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Desamortización de 1840

Alonso Vázquez fue un pintor de la Escuela Sevillana cuya vida transcurre entre dos continentes. Aunque el profesor Palomino sitúa su nacimiento en Ronda hacia 1564, un historiador mexicano que estudió la vida del pintor, fallecido en México el año 1608, asegura que este, al otorgar testamento, dijo haber nacido en Sevilla. Lo cierto es que parece que el año 1590 residía en Sevilla y en 1603 Vázquez se traslada a México para trabajar al servicio del virrey de Montesclaros. 

Santo Tomas de Aquino y Santa Catalina de Siena. Pedro Villegas Marmolejo. Hacia 1575.1580. Óleo sobre tabla. 90 x 75 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. De procedencia desconocida tras la Desamortización de 1840. 

 

Santo Tomas de Aquino y Santa Catalina de Siena.

Esta obra forma parte de un conjunto de dos puertas de un realejo, instrumento musical que equivale a un pequeño órgano.

En este caso la escena representada es Santo Tomás de Aquino con Santa Catalina de Siena, ambos santos dominicos. Aparecen vestidos con el hábito de la orden, arrodillados ante la visión, en rompimiento de gloria, de Jesús Crucificado rodeado de una corte de ángeles.

Detalle del rompimiento de Gloria

El santo se representa con rasgos de una persona joven y ancha tonsura monacal, portando en la mano derecha la pluma de ave para indicar la importancia de su doctrina. En cuanto a Santa Catalina, ésta aparece con dos de sus atributos más comunes que son la corona de espinas y el corazón que sostiene en su mano derecha (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).

Sagrada Familia. Pedro Villegas Marmolejo. Hacia 1575- 1580. Óleo sobre tabla. 90 x 75 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Procedencia desconocida tras la desamortización (1840).

Pertenece al conjunto de dos puertas de un realejo, instrumento musical que equivale a un pequeño órgano.

Tabla de forma irregular en la que se representa a la Sagrada Familia con San Juanito. En la parte superior, en rompimiento de gloria, aparecen ángeles niños con filacteria e instrumentos musicales. 

Detalle del rompimiento de gloria

Detalle de la Virgen

Detalle de Jesús Niño

Detalle de san Juanito

El tratamiento de las figuras sigue los modelos italianos difundidos en Sevilla desde los inicios del siglo XVI (Web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).

Virgen del clavel. Pedro Villegas Marmolejo. Hacia 1580. Óleo sobre tabla. 170, 2 x 84,2 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Desamortización.

La obra se atribuye a Pedro Villegas Marmolejo o a su taller, pintor de notable prestigio en la Sevilla del siglo XVI. No obstante, la autoría no está confirmada de manera unánime, por lo que en diversas fuentes aparece como una obra “atribuida”.

Tras el Concilio de Trento (1545–1563), la Iglesia reforzó el papel didáctico y emocional de las imágenes religiosas. Sevilla, uno de los principales centros comerciales y espirituales de la monarquía hispánica, adoptó modelos visuales de clara lectura teológica, destacando la figura de la Virgen como ejemplo, mediadora y protectora.

La pintura muestra a la Virgen con el Niño en brazos; ella sostiene un clavel mientras dos ángeles la coronan. El fondo dorado y ornamentado, junto con la serenidad del gesto, evocan modelos marianos tradicionales. (Leer mas).

San Sebastián. Vargas, Luis de. Óleo sobre tabla. 112 x 54 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Adquisición de la Junta de Andalucía en 2006, para su depósito en el Museo de Bellas Artes de Sevilla 


Por su formato podría pertenecer a la calle lateral de un retablo. 

Es una Interesante obra de uno de los pintores más relevantes de la escuela sevillana del Renacimiento aunque, hasta la fecha, sólo estaba representado en el museo por la "obra La Purificación", adquirida por la Junta de Andalucía en el año 1990, y por dos tablas atribuidas a su círculo: Aparición de Cristo Resucitado a la Virgen Jesús entre los doctores(Leer mas).

La Purificación. Luis de Vargas. Hacia 1560. Óleo sobre tabla. 225 x 153 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Procedente de la Iglesia de Santa Cruz fue adquirido por la Junta de Andalucía en 1990

La escena representada por Luis de Vargas se inspira en el pasaje del Evangelio según san Lucas (2, 22–40), donde se narra la Presentación del Niño Jesús en el templo: “Cumplidos los días de la purificación conforme a la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor (…) y para ofrecer en sacrificio, según lo prescrito en la Ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones”.

La ley mosaica establecía dos ritos relacionados con el nacimiento de un hijo varón. Por una parte, debía practicarse la circuncisión al octavo día. Por otra, la madre, considerada impura tras el parto, debía purificarse y presentar a su primogénito en el templo cuarenta días después del alumbramiento (u ochenta si se trataba de una niña), ofreciendo un sacrificio en señal de rescate.

La Virgen María, aunque concebida sin pecado y madre por obra del Espíritu Santo, quiso someterse humildemente a esta ley que en su caso no era necesaria. Los teólogos interpretan este gesto como ejemplo de obediencia y modestia, de la misma forma que su Hijo se había sometido al rito de la circuncisión sin tener obligación alguna.

Según la norma, la ofrenda debía consistir en un cordero de un año, pero las familias humildes podían sustituirlo por un par de tórtolas o palomas. María ofreció dos pichones, muestra de la sencillez y pobreza del hogar de Nazaret. Algunos autores señalan que, aunque habría podido adquirir un cordero con el oro de los Magos, este fue distribuido en limosnas entre los necesitados.

En la pintura, la Virgen aparece en el interior del templo, presentando al Niño Jesús al sacerdote. San José la acompaña, junto con tres santas mujeres y una joven que sostiene un cesto con dos pichones. Varios ángeles completan la composición, reforzando el carácter sagrado y solemne de la escena.

Detalle del sacerdote

Detalle de la sagrada Familia

Detalle del Niño

Detalle de las Santas Mujeres

Detalle 
Detalle 
Detalle 

Detalle de la joven y del cesto con dos pichones

Detalle del cesto con dos pichones

Detalle de ángeles

El prendimiento de Cristo. Vargas, Luis de. Hacia 1562. Óleo sobre tabla traspasado a lienzo. 67 x 109 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala III. Adquisición de la Junta de Andalucía en 2007

Esta obra representa el momento del prendimiento de Cristo, según el Evangelio de San Juan, cuando describe el inicio de la Pasión de Cristo en el episodio acontecido en el huerto de Getsemaní de Jerusalén. (Leer más)

Retablo de san Juan Bautista. Miguel Adán. 1592-1594. Madera de pino tallado, estofado y policromado por Vasco Pereira. 151 x 81 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Procede del Monasterio de las Dueñas de Sevilla tras la Desamortización de 1869

En el altorelieve superior izquierda se muestra la Predicación del Bautista.

Detalle de la Predicación del Bautista

El inferior izquierda muestra al Precursor presentando a Cristo.

Detalle del Precursor presentando a cristo

Tiene especial importancia el relieve central, el del Bautismo de Cristo, auténtico modelo iconográfico para las realizaciones de escultores posteriores, incluido el mismísimo Martínez Montañés.

El Bautista, de rodillas sobre una peña, a la derecha, suspende, con su brazo y mano derechas, sobre la cabeza del Redentor, la concha del bautizo. A la izquierda, dos ángeles sostienen las vestiduras de Cristo. En la parte superior, entre nubes, aparece la figura de Dios Padre, con la paloma del Espíritu Santo, bendiciendo la ceremonia. Tres cabecitas de angelitos rodean al eterno.

Detalle del Bautismo de Cristo

Detalle del Bautismo de Cristo
Detalle del Bautismo de Cristo
Detalle de los pies de Jesús

Dios Padre, con la paloma del Espíritu Santo, bendiciendo la ceremonia y tres cabecitas de angelitos 

En la parte superior derecha se muestra a Jesús curando a los enfermos.

Detalle de Jesús curando a los enfermos

En la parte inferior derecha se muestra la decapitación de san Juan Bautista.

Decapitación de san Juan Bautista

Detalle de la decapitación de san Juan Bautista
Detalle de la decapitación de san Juan Bautista

Aparición de Cristo resucitado a la Virgen. Luis de Vargas. Óleo sobre tabla. 116 x 43 cm. Museo de Bellas Artes. Sala III. Adquisición del Estado en 1928 de la Colección del Deán López Cepero

Se ignora para dónde fue realizada esta pintura, aunque hay motivos suficientes para suponer que formaba parte de un retablo como son su formato alargado y el que forme pareja con "El Niño Jesús hallado en el Templo" (CE0666P).

La tabla de pequeñas dimensiones muestra en primer plano dos figuras. Cristo resucitado surge de una fuerte zona luminosa, cubierto por un amplio manto púrpura, airoso y envolvente, que deja entrever un paño de pureza transparente y etéreo. Levanta la mano derecha en actitud de bendecir, mientras que en la izquierda porta una banderola blanca con el signo de la cruz. Dirige la mirada a la Virgen, quien se sitúa en el ángulo inferior derecho, de rodillas, en actitud de oración con un gesto de sorpresa.

En segundo plano, en la parte superior de la composición se ve un grupo celestial de ángeles con coronas de flores que completan el conjunto. En esta tabla, de sobrio y brillante colorido, el artista realiza un estudio anatómico del cuerpo de Cristo, que está tratado con un modelado escultórico (Leer mas).

Esta tabla es una de las primeras pinturas en el panorama sevillano que muestra abiertamente el interés del nuevo lenguaje por la representación del cuerpo humano. (Web Museo de Bellas Artes).

No hay comentarios:

Publicar un comentario