RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes
Virgen de los Dolores, Iglesia de san Alberto.
Imagen antigua de la Virgen de los
Dolores de San Alberto (ver) (Crédito CC BY 3.0)
Se trata de una Dolorosa de candelero, para vestir, en posición de rodillas con las manos entrelazadas, situada bajo la cruz.
Era una imagen de talla completa, pero en el XVIII (en 1796) fue transformada para convertirla en una
Virgen de candelero para adaptarla a los gustos de la
época.
Es una
imagen anónima pero atribuida a Pedro Roldan (ver), del
siglo XVIII (datada entre 1698 y 1711), y también a Montes de Oca (ver). Manuel
Jesús Roldan (Iglesias de Sevilla) (ver) cree que
podría ser la primitiva dolorosa de la Hermandad de Vera Cruz, pero también se
considera que es una advocación muy vinculada a los filipenses y que puede
proceder de la antigua iglesia conventual de San Felipe Neri.
Puede ser, según la
documentación, la existencia de tres cambios importantes de la talla:
la Virgen presidió el retablo mayor de San Felipe Neri, en el retablo que
realizara Jerónimo Balbás en 1711, actual iglesia de San Antonio, y en el
retablo posterior trazado por Juan de Astorga 1834. Entre 1868 y 1893 la talla
estuvo depositada en la parroquia de San Pedro y, desde 1893 está en la iglesia
de San Alberto.
Esta
imagen de la Virgen de los Dolores es una escultura de notable calidad
artística, caracterizada por su gran expresividad. Representa a la Virgen de
rodillas, con las manos entrelazadas en un gesto de súplica profundamente
conmovedor.
Virgen Dolorosa
Detalle frontal de las manos
Detalle lateral de las manos
Su rostro, marcado por el
dolor, destaca por el ceño fruncido y la boca entreabierta, mientras la ligera
inclinación de la cabeza hacia la derecha acentúa el dramatismo y refleja el
sufrimiento de la Madre ante el suplicio de su Hijo en la cruz. La iconografía
se completa con finos elementos de orfebrería: una corona, una ráfaga de plata
y el corazón traspasado por siete puñales, símbolo tradicional de los siete
dolores de María, cuya raíz se encuentra en el pasaje de Lucas 2: 35.
Detalle frontal del rostro
Detalle lateral del rostro
Detalle del rostro
El Evangelio según San Juan (Jn
19: 25-27) es el único que menciona explícitamente la presencia de la Madre de
Jesús al pie de la cruz, en el momento de la crucifixión: “Y cuando llegaron al lugar que se llama Calvario, lo
crucificaron allí. Junto a la cruz de Jesús estaban
su madre y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena”.
En ese instante, María nos fue entregada como Madre universal en la figura
del discípulo amado, símbolo de toda la humanidad. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien amaba, Jesús le
dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu
madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa”.
De este modo hace a María madre del discípulo, y hace
que el discípulo sea hijo de la Madre: "La recibió en su casa", es
decir, en su interior, en lo que más aprecia.
En ese discípulo, la tradición
sugiere que está toda la Iglesia. María está confiada a la Iglesia, y la
Iglesia está confiada a María, Madre de Jesús, primera discípula del Hijo.
Pero en ese título
"Mujer", Jesús alude a Eva: "Será llamada Mujer" (Gn 2,23):
María es la nueva Eva.
Como señala el Papa Francisco, el evangelista Juan narra este acontecimiento con una sobriedad profunda, utilizando apenas un verbo: “estaba”. María estaba allí, en medio de la más densa oscuridad, permaneciendo firme. En esta misma línea, San Ambrosio, en el siglo IV, destaca: “La Madre estaba junto a la cruz; y mientras los hombres huían, ella permanecía, valiente”. Su presencia silenciosa y fiel junto al dolor de su Hijo nos invita a hacer lo mismo: a estar presentes, a no abandonar a quienes sufren. En tiempos de dolor, María nos enseña a permanecer al pie de tantas cruces, acompañando con compasión a nuestros hermanos y hermanas que atraviesan el sufrimiento.
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