RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas
San Martín de Porres.
Martín de
Porres, también conocido como Martín de Porras, nació en Lima el 9 de diciembre
de 1579. Fue hijo natural de Juan de Porras, caballero de la Orden de Alcántara
y originario de Burgos, y de Ana Velázquez, mujer libre de ascendencia africana
y panameña, hija de un español y una esclavizada liberada. Debido a la
diferencia social y racial, Juan no pudo casarse con Ana, por ser esta mujer de baja condición social, y muy
pobre, aunque mantuvo una relación estable con ella,
instalándola en una modesta casa en la calle Malambo, en el barrio limeño de
San Lázaro.
Así, en Lima nació Martín, que
fue bautizado el mismo día de su nacimiento, 9 de
diciembre de 1579, como hijo de padre
desconocido en la parroquia de San Sebastián, por el mismo párroco y en la
misma pila que lo sería santa Rosa de Lima siete años más tarde. Dos
años después, nacería Juana de Porres Velázquez, su única hermana.
Poco tiempo después Juan de
Porras marchó a Guayaquil por orden del virrey Don
García Hurtado de Mendoza, conde de
Villardompardo, dejando sola a la madre, en precaria situación económica, aunque
con algunos medios para el sostenimiento de sus dos hijos. Pero, evidentemente,
Martín sufrió, además, la pobreza y limitaciones propias de la comunidad de
raza negra en la que vivió.
En 1587, Juan
regresó a Lima, reconoció legalmente a sus hijos y los llevó con él a
Guayaquil, donde quedaron bajo el cuidado de Diego de Miranda, tío paterno y
alcalde de la ciudad. Allí los niños recibieron una educación básica. Tres años
más tarde, en 1590, Juan fue enviado como gobernador a Panamá, y los niños
regresaron a Lima con su madre, quien se trasladó a otra vivienda en la misma
calle Malambo, propiedad de Francisca Vélez de Miguel.
Antes de
partir, Juan encargó que su hijo Martín completara su formación cristiana y
recibiera el sacramento de la confirmación, que le fue administrado por el
arzobispo Toribio de Mogrovejo.
A los doce
años, siguiendo instrucciones de su padre, Martín comenzó a trabajar como
aprendiz de barbero con Mateo Pastor, esposo de Francisca Vélez. En la
barbería, que también funcionaba como botica y centro quirúrgico, Martín
aprendió a extraer dientes, curar llagas, aplicar bálsamos y tratar tumores.
Más adelante trabajó con Marcelo Ribera, otro barbero-sangrador, aunque siempre
conservó una relación cercana con su primer maestro.En 1594, a los quince años, conoció al dominico fray
Juan de Lorenzana, quien, junto con el prior fray Francisco de Vega, lo animó a
ingresar a la Orden de Santo Domingo, en el
convento de Nuestra Señora del Rosario de Lima, como "donado",
es decir, como terciario laico (recibía alojamiento y se ocupaba de labores de criado del convento). Por
ser hijo ilegítimo y de ascendencia africana, no podía acceder inicialmente al
hábito completo, por lo que trabajaba como sirviente del convento. Durante
nueve años, Martín se dedicó a los oficios más humildes, y su imagen se asoció
con la escoba, símbolo de su servicio desinteresado.
Vestía
un sencillo hábito blanco con una capa negra. En una ocasión, al recibir un
hábito nuevo, comentó con humildad: “Con este me han de enterrar”, y así
ocurrió.
Cuando
Juan de Porras regresó a Lima, logró que Martín fuera admitido como hermano
lego, gracias a sus influencias. Sin embargo, Martín declinó el ofrecimiento y
prefirió continuar en su humilde condición. Finalmente, el 2 de junio de 1603,
profesó los votos de obediencia, castidad y pobreza, firmando como “hermano
Martín de Porras”, su verdadero apellido.
Fue
nombrado barbero y, poco después, enfermero del convento, función que desempeñó
hasta su muerte. Según fray Fernando Aragonés, Martín se entregaba día y noche
al cuidado de enfermos, sin distinción de raza ni clase, guiado por una
profunda caridad. Muchos indigentes acudían al convento en busca de alivio, y
él solía decir: “No hay mayor alegría que dar a los pobres”.
Su entrega era
tal que incluso hospedaba en su celda a los más necesitados, lo que generó
críticas entre algunos frailes.
Incluso, una vez que el convento atravesaba una apurada
situación económica, y
el Prior se vio en la necesidad de vender algunos objetos valiosos y Martin se ofreció para ser vendido como esclavo para ayudar
a remediar la crisis.
Durante
un tiempo fue destinado a la hacienda de Limatombo, donde trabajó en el campo,
evangelizó a indígenas y esclavos y cuidó a los enfermos. Su creciente
reputación le permitió recaudar importantes donaciones que destinó a su labor
caritativa.
Ya de regreso al convento del Rosario, con la ayuda de
benefactores como Mateo Pastor, Francisca Vélez
y su hermana Juana y familias acomodadas de Lima, fundó el Asilo y Escuela de
la Santa Cruz, el primer centro de acogida para huérfanos y desamparados de la
ciudad. Allí se enseñaban oficios a los indigentes y doctrina cristiana a los
niños, guiados por mujeres de familias prominentes.
En 1629, llegó a Lima el virrey Luis
Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, IV conde de Chinchón, quedó
impresionado por la obra de Martín y tomó bajo su protección el asilo,
asignando fondos mensuales para su sostenimiento.
A los 60 años,
Martín enfermó de fiebre y murió el 3 de noviembre de 1639. En su lecho de
muerte, recibió la visita del virrey, quien le besó la mano. Su velorio reunió
a multitudes, y debieron cambiar varias veces su hábito debido a los devotos
que buscaban reliquias.
Su entierro fue presidido por el virrey y el arzobispo,
asistiendo las más altas autoridades civiles y religiosas, y sus restos fueron
inhumados en el Capítulo del convento del Rosario, siendo posteriormente
trasladados a su celda, convertida ya en capilla.
En la
actualidad sus restos descansan en la Basílica y Convento de Santo Domingo,
de Lima, junto a los restos de santa Rosa de Lima y san Juan
Macías en el denominado Altar de los Santos de Perú.
En 1660,
se inició el proceso de beatificación por parte del arzobispo de Lima, Pedro
de Villagómez, pero a pesar de su biografía ejemplar y de haberse convertido en
devoción fundamental de mulatos, indios y negros, y aunque
en 1763 el Papa Clemente XIII emitió un decreto que afirmaba el
heroísmo de sus virtudes, este proceso de beatificación no culminó hasta 1837, cuando fue
beatificado por el papa Gregorio XVI en la Basílica de
Santa María la Mayor. Finalmente, el 6 de mayo de 1962 fue canonizado por Juan XXIII en la Ciudad del Vaticano.
La
proclamación de Martín de Porres como santo fue sustentada por las
milagrosas curaciones que ocurrieron a una anciana gravemente enferma en Asunción (Paraguay)
en 1948 y a un niño con una pierna a punto de ser amputada por
la gangrena, en Tenerife en 1956, pero las historias de
los milagros atribuidos a su intercesión son muchas y sorprendentes a lo que Martín respondía: “Yo te curo, Dios te sana”.
Se le atribuyen también los dones de la ciencia infusa y
de la bilocación. Testimonios
relatan que fue visto en lugares lejanos como México, África o Japón, y que a
menudo atravesaba las puertas del convento sin llaves. Decía simplemente:
“Tengo mis modos de entrar y salir”.
Se le reputó control sobre la naturaleza, las
plantas que sembraba germinaban antes de tiempo y toda clase de animales
atendían a sus mandatos. Uno de los episodios más conocidos de su vida es que
hacía comer del mismo plato a un perro, un ratón y un gato en
completa armonía.
Otra de
las facultades atribuidas fue la videncia. Solía presentarse ante los
pobres y enfermos llevándoles determinadas viandas, medicinas u objetos que no
habían solicitado pero que eran secretamente deseadas o necesitadas por ellos.
Muchos testimonios afirmaron que cuando oraba con mucha
devoción, levitaba y no veía ni escuchaba a la gente.
En 1966, el Papa Pablo VI lo proclamó patrón
de los barberos y peluqueros y, en el Perú, de la justicia social. Su figura
sigue siendo símbolo de humildad, servicio y entrega incondicional.
Iglesia del Valle. Santuario de la Hermandad de los Gitanos
En la entrada de la Capilla Sacramental vemos
la imagen de Santa Magdalena Sofía Barat (ver), fundadora
de la Sociedad del Sagrado Corazón, orden que regía el colegio del Valle donde
se sitúa la basílica, y del Dominico y popular San Martín de
Porres.
San Martín de Porres
Detalle de San Martín de Porres
Capilla de Nuestra Señora de los Ángeles. Los
Negritos.
A los pies del muro de la Epístola, nos vamos encontrando con
tallas de a san Francisco de Asís, san Martín de Porres, y la Virgen del Carmen.
Pequeña repisa de san Martín de Porres
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