ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA
La bella Susona
Susona Ben Susón, era hija de un rico mercader judío-converso llamado Diego Susón.
Admirada por la belleza de su rostro y de su cuerpo, era llamada por los sevillanos “la fermosa fembra”, y gozaba de admiradores y pretendientes en toda la ciudad de Sevilla.
A
finales del siglo XV, los judíos de Sevilla eran técnicamente judío-conversos
por presión de la Santa Inquisición, pero, aun así, recibían todo tipo de
amenazas y desprecio por parte de los cristianos.
En torno a 1480 un grupo de judíos tramaron una conspiración para desestabilizar el Estado y uno de sus cabecillas fue el padre de Susona, Diego Susón.
Los conspiradores se reunían en casa de Diego Susón para
tramar la difusión de los planes, que incluían liberación de presos para que
produjeran desórdenes, beneficiar el poder musulmán y llevar a cabo
levantamientos violentos en las principales ciudades.
Susona estaba enamorada de un apuesto joven perteneciente a un noble linaje de cristianos viejos de la familia Guzmán.
Una noche, mientras esperaba en su casa que todos se acostasen para ir al encuentro de su amante, se enteró de la conspiración que tramaban los suyos con su padre a la cabeza, parte de la cual consistía en asesinar a los principales cargos públicos y caballeros de la ciudad.
Temiendo que le pasase algo a su
amado, Susona acudió a él para advertirlo del peligro que corría.
El cristiano acudió al
asistente mayor de la ciudad de Sevilla, Diego de Merlo, para informarle de lo
que le había contado Susona.
Diego de Merlo acudió con tropas a una de las reuniones y arrestó a todos los judíos del grupo, entre ellos el padre de la Susona, a los que se dio muerte, en la primera ejecución celebrada en Sevilla el día 6 de febrero de 1481.
Entre los conspiradores estaban Pedro Fernández de Benaveda, mayordomo de
la Catedral, Juan Fernándes de Albilafia, llamado “el perfumado” por su
excesiva compostura en el vestir y arreglarse, que era letrado y alcalde
justicia, Adolfo de Triana, también rico mercader y hombre principal, y así
hasta 20 conversos pudientes de Sevilla, Carmona y Utrera. El viejo Benadeba, dio lugar a coplas
burlescas “Benadeva, dezí el Credo/Ax que me quemo”.
Despreciada por los cristianos como conversa e hija de conspirador, y por los judíos y conversos como traidora a los suyos, buscó ayuda en la Catedral, donde el arcipreste Reginaldo de Toledo la bautizó y le dio la absolución.
Más tarde se
retiraría a un convento para calmar su conciencia y años después volvería a su
hogar para llevar una vida de cristiana ejemplar.
Tras morir dejó un testamento que decía lo siguiente: “Y para
que sirva de ejemplo a los jóvenes en testimonio de mi desdicha, mando que
cuando haya muerto separen mi cabeza de mi cuerpo y la pongan sujeta en un
clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre jamás”.
Su voluntad se respetó y durante un siglo, su
cabeza permaneció sobre la puerta de su casa, dando nombre a la calle Ataúd y
la calle de
la Muerte. Más tarde se sustituyó la cabeza por un azulejo con
el nombre de la calle Susona.
En el lugar en el que estuvo colgada la supuesta calavera de la Susona
hasta bien entrado el siglo XVII, se colocaron unos azulejos en los que puede
leerse: “En estos lugares, antigua calle de la muerte, púsose, la cabeza
de la hermosa Susona Ben Susón, quien, por amor, a su padre traicionó, y por
ellos, atormentada, dispúsolo así en testamento”.
En otro azulejo que ahora está cubierto se podía leer:
"Los hechos acaecidos en Sevilla en el año 1391, en
que se persiguió hasta la muerte de aproximadamente 4.000 personas por
cristianos convencidos por Ferrant Martínez (Fernando Martínez), Arcediano de
Écija, provocó el sentimiento de venganza consiguiente conspirándose una
sublevación entre los que se encontraban altos cargos de la ciudad.
Diego Susón
era uno de los conspiradores, tenía una bella hija conocida como 'La hermosa
hembra', que a espaldas de su padre era amante de un ilustre caballero
cristiano. En la espera a que se fuera a dormir su padre para acudir a
escondidas a su cita con el heráldico caballero, escuchó las palabras que en
reunión decían los conspiradores en preparación del plan a seguir, y en el que
se incluía la muerte de su amante.
Una vez
terminada la reunión y acostado Diego Susón, la bella Susona acudió a la cita y
reveló a su amante el contenido de la conversación. Inmediatamente el caballero
informó al asistente de la ciudad diego de Merlo, que con sus mejores
alguaciles y de más confianza, recorrió las calles visitando los domicilios y
haciendo preso a los participantes del intento de sublebación. Estos fueron ajusticiados
en la horca unos días después.
El mismo día
de la muerte de Diego Susón, su hija 'la hermosa hembra' en reflexión,
convencida de que traicionó a su padre por favorecer a su amante, y
atormentada, acudió a la Catedral pidiendo confesión. Le atendio Reginaldo
Romero, obispo de Tiberiades y también Arcipreste, quién la bautizó y, le dio
la absolución, aconsejándole como penitencia retirarse a un convento. Así lo
hizo hasta sentirse tranquila de espíritu y volvió a su casa llevando una vida
cristiana y ejemplar hasta su muerte.
Cuando abrieron el testamento de la Susona encontraron una
cláusula que decía "Y para que sirva de ejemplo a los jóvenes testimonios de mi
desdicha, mando que cuando haya muerto se separe mi cabeza de mi cuerpo, y la
ponjan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre
jamás". Su deseo se cumplió, y su cabeza estuvo expuesta desde finales del
siglo XV hasta entrado el año 1600.
Esta leyenda es un hecho rigurosamente histórico, se conocen los
nombres de los participantes a la reunión, incluso frases promulgadas por Diego
Susón en su traslado al patíbulo según hay constancias por testigos
presenciales".
Y en la parte inferior (hoy también cubierta): "Es aquí donde
la Susona pasó su vida, amor y traición".
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